La columna de Manuel
Vicent aparecida hoy en El País, “Cenizas”, debería hacernos reflexionar
y entender lo que realmente acontece en este corral de comedias en el que los
actores no se saben el papel ni se entienden, se larga el apuntador de su
concha y el público asistente observa turulato desde su butaca de patio un
enredo a todas luces incomprensible. Si se tratase de una película, el
espectador podría entender, si acaso, que se pudiesen haber trastocado las
bobinas a la hora de proyectar. Pero en el proscenio y en directo la trama es
turbadora e induce a la vergüenza ajena por lo que tiene de disparatada.
Vicent, en referencia a “la grave crisis por la que atraviesa el país”, da por
hecho que debería ser “normal” que el partido del Gobierno, en funciones desde
el pasado mes de diciembre, y el primer partido de la Oposición se entendiesen
de alguna manera. Pero sostiene Vicent: “No es la economía, ni la reforma
laboral, ni la ley mordaza, ni la educación, ni la sanidad, sino la toxicidad política
que emite esta derecha lo que hace que el trato sea prácticamente imposible. Es
muy difícil pactar con un partido que permite que el dictador permanezca en su
panteón faraónico del Valle de los Caídos, un escarnio a la memoria colectiva,
mientras pone todas las trabas posibles a desenterrar de las cunetas a los
fusilados republicanos hasta hacer sentir a sus familiares que fueron los
culpables de aquella tragedia. Para evitar el rechazo tóxico que provoca, esta
derecha debería sacudirse de encima el franquismo larvado que aún la atenaza y
cumplir dos requisitos básicos: entregar los huesos de Franco a su familia y condenar oficialmente el golpe de Estado del
18 de julio, algo que no ha sucedido todavía. El Partido Popular se comporta
como el dueño del cortijo y siempre tiene a mano algún capataz dispuesto al
insulto con la boca torcida al estilo tabernario”. Cierto. Los nietos de
aquellos insensatos, tanto civiles como militares, que montaron con la
aquiescencia de la Iglesia Católica
el cisco padre hace ahora ochenta años, continúan ganando las elecciones, pese
a la corrupción existente en el seno de sus filas, aprovechando el temor
generalizado de gran parte de los ocho millones y medio de jubilados que temen
perder una miserable pensión que ayuda, sin embargo, a mantener a hijos y
nueras en paro y a nietos sin horizontes. En España no habrá reconciliación
posible mientras, como escribió Concha
Alós, (recuerden que la jet set literaria ni se inmutó cuando
después de estar enferma desde hacía años de alzhéimer fue enterrada en el
cementerio de Montjuich) los gigantes se escondan de nosotros para reírse.
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