Cada vez que me acerco a Madrid tengo por costumbre tomar
café en una especie de glorieta de la calle Fuencarral. Se está divinamente
después de comer, cuando el sopor presenta factura. Es el trozo peatonal de esa
calle que más me gusta. Pues bien, enfrente, justo enfrente del Starbucks, donde dan un café excelente,
está la calle Augusto Figueroa. Fue al principio de esa calle, donde todavía
hoy se encuentra la ermita del Humilladero revestida de ladrillos rojos, cuando
el 12 de julio de 1936 cuatro pistoleros de extrema derecha (carlistas
pertenecientes al Tercio de requetés de Madrid, según el
historiador
o falangistas según
otros autores como Paul Preston)
dispararon contra el teniente de la
Guardia de Asalto José
del Castillo Sáenz de Tejada sin darle tiempo a sacar su arma reglamentaria.
Auxiliado por el periodista Juan de Dios Fernández Cruz,
que casualmente pasaba por el lugar, fue trasladado a una casa de socorro
cercana donde ingresó cadáver. Curiosamente, era pariente de los Primo de Rivera. A Castillo se la
tenían jurada desde los sucesos del 14 de abril, durante los actos
conmemorativos de advenimiento de la II
República, donde resultó muerto el alférez de la Guardia Civil, De los Reyes. Hubo manifestaciones y en
la represión ante los sucesos de orden público subsiguientes murió Andrés Sáenz de Heredia por disparos de
un agente de la Guardia
de Asalto. Éste era primo de José
Antonio. Y resultó herido de gravedad, por supuestos disparos
del propio teniente, un joven militante carlista, el estudiante José Llaguno Acha. Castillo estuvo a
punto de ser linchado por los manifestantes. Ahí comenzaron las amenazas de
muerte contra su persona, que se materializan aquel 12 de julio. Al día
siguiente, de madrugada, era asesinado José
Calvo Sotelo, cuyo cadáver apareció tirado a las puertas del Cementerio del
Este. Fue la segunda opción. Antes habían ido en busca de José María Gil-Robles, que no se encontraba en su domicilio por
haberse trasladado para pasar unos días de descanso a Biarritz. Cuatro días más
tarde se sublevaban las fuerzas en Melilla y comenzaba la Guerra Civil.
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