Eso de los “contactos discretos de Rajoy” para conseguir la investidura me recuerda los anuncios por
palabras de los periódicos donde también se publicitan los “contactos
discretos”. A Rajoy lo que habría que pedirle es que sus contactos dejen de ser
discretos y sean con luz y taquígrafos, para que podamos enterarnos todos los
ciudadanos como anda el aceite del candil del actual presidente del Gobierno en
funciones, que funciona menos que un reloj parado, porque un reloj parado al
menos da la hora exacta dos veces al día. Rajoy sin mayoría absoluta en la Cámara Baja es lo más parecido
a lo que los sevillanos llaman un triquitraque, o sea, un mixto garibaldi. Contactos
discretos, por ejemplo, fueron los que mantuvo Alfonso
XIII con la actriz Carmen Ruiz
Moragas que, dicho sea de paso, fue republicana, feminista, antitaurina (a
pesar de haber estado casada con el torero mejicano Rafael Gaona) y lectora de Victoria
Kent. Discreción fue, también, la que mantuvo Franco con Mola cuando
el gallego se apartó de su celiana cuadrilla
para enviarle al Director un telegrama donde ponía aquello tan romántico,
sentimental y tierno de “geografía poco
extensa” hace ahora ochenta años. Por eso digo que los “contactos
discretos” de Rajoy con Sánchez, Iglesias y Rivera para susurrarles al oído barcarolas, sin dejarles claro qué
va a cambiar en su actual política de desatinos, es algo parecido a pretender
cargar contra el enemigo con salvas de ordenanza. Mucho ruido y pocas nueces las de
un político con ínfulas que no ofrece nada frente a un regimiento de jinetes de melé
armados con sable y coraza que esperan impacientes a que se abran las sesiones
de las Cortes y poder presentar feroz batalla a un
PP en absoluta minoría, más próximo a un Sansón sin melena que al desafiante
filisteo Goliat frente a los
israelitas.
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