miércoles, 16 de marzo de 2022

Así, mal vamos

 


Los chureros se quejan del incremento en el precio del aceite de girasol, que se ha doblado en pocos días. “Vergel de cocina” es un manuscrito del siglo XV donde ya se explica el arte de hacer churros, esa fruta de sartén a base de harina, agua, aceite y sal que suele mojarse en chocolate a la taza o en café con leche, aunque algunos consumidores optan por mojar los churros en anís. Quizás la chocolatería por excelencia se encuentra en Madrid. Se trata de la buñolería- churrería de san Ginés, abierta en 1894 y de ella se da cuenta en la obra “Luces de bohemia” (1924) de Valle-Inclán, donde su autor la denomina como “Buñolería modernista”. Valle-Inclán utilizó como protagonista a Max Estrella, la transliteraturización de Alejandro Sawa, hombre de excéntrica personalidad muerto en 1909 pobre y ciego, no sé si por la ingestión de absenta, ese “diablo verde” de la “hora verde”, que llegó a ser la bebida nacional de Francia a principios del siglo XX y que se tomaba después de las cinco de la mañana, de ligero sabor anisado y fondo amargo por la absentina del ajenjo y con una concentración de alcohol próxima al 70%. Lo tomaban Verlaine, Wilde, Van Gogh, Manet, Degas, Baudelaire, Picasso… En la novela “Le vol d'Icare”, de Raymond Queneau, el personaje principal entra a un bar (en el París de 1895) en el que los comensales beben absenta y uno de ellos le instruye en el arte de su preparación. La lista es larga. Max Estrella fue un bohemio noctámbulo que encontró la muerte en el quicio de su propia casa. Como dijo Valle-Inclán, “tuvo el final de un rey de tragedia: loco, ciego y furioso”. Decía que los churreros están cabreados por el incremento del precio del aceite de girasol, los transportistas, por la subida del gasóleo, los panaderos por el precio de la harina,  los que carecen de calefacción central, por la subida de precio de la bombona de butano, y casi todos los ciudadanos por el alza en los precios de la energía eléctrica. España se está convirtiendo en un país de cabreados. Parece normal que eso ocurra cuando se está arruinando todo un pueblo a costa de un Estado depredador y en absoluto empático. Todo es consecuencia  -así lo afirma este Gobierno mendaz- de la invasión de Ucrania por Rusia. Nadie se lo cree. La inflación galopante española ya venía de antes de ese conflicto armado. Nuestros gobernantes han perdido la aguja de marear y dan palos de ciego a troche y moche. Y, así, mal vamos.

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