martes, 15 de marzo de 2022

Un mes de cinco lunas

 


Leo en  el diario El País que la adicción al trabajo es la única socialmente aceptada. Tiene un nombre, en inglés, por supuesto: “workahilic”. En ese sentido, señala Irene Sierra que “El temor a perder ese contrato indefinido que tanto nos ha costado conseguir nos lleva a decir que sí a una reunión fuera de horario, a coger el teléfono en fin de semana y a lanzar unos stories (historias de Instagram)  de trabajo a las nueve de la noche. Y cita a autoras como  Remedios Zafra (“El entusiasmo”) o Jenny Odell (”Cómo no hacer nada”) quienes aseguran que “desde la llegada de las redes sociales cada vez es más complicado escapar de la narrativa que vincula el trabajo a la identidad”. Irene Sierra, como digo, entiende que “vivimos en un contexto donde ponemos nuestra profesión en el perfil de Instagram y utilizamos una red social de búsqueda de empleo incluso cuando ya tenemos uno. LinkedIn no solo blanquea la adicción al trabajo, sino que fomenta aún más la narrativa aspiracional en torno al mismo. Te envía notificaciones y emails para que no te despistes porque nunca sabes cuándo puede salir una nueva oferta laboral mejor que la que tienes”. Claro, eso se lo explicas a un pastor de ovejas, que no tiene días de fiesta, y que pese a las inclemencias del tiempo debe salir al campo para que coma el ganado, y lo puedes volver tarumba. La ventaja del pastor es que no necesita tomar psicofármacos para poder dormir, ni estar pegado a un teléfono móvil o estar mirando correos electrónicos cada cinco minutos. Estoy convencido de que los sufridos pastores no miran ni “el tiempo” en televisión para saber si amenaza una potente ciclogénesis explosiva, si habrá envites de aire polar o si será persistente el anticiclón de las Azores. El pastor, que tiene mucho tiempo para pensar en el páramo, suele confiar más en el infalible método de las cabañuelas, ese cálculo popular basado en la observación de los cambios atmosféricos en función del tiempo cómo haga durante determinados días del año anterior. Pedro Sanz, el pastor segoviano que predijo “Filomena” ya ha asegurado que este año 2022 lo malo vendrá en Semana Santa, “que por ser un mes de cinco lunas va a ser muy, malo”. Pedro Sanz sabe muchas cosas. Unas las cuenta y otras se las calla. Sabe por experiencia que cuando se ve volando el “pájaro verde” vendrán muchas rachas de viento;  que si te cruzas con muchas abubillas, el tiempo cambiará a mucho peor; que cuando un tordo se posa en un cable eléctrico, en dos días habrá importantes lluvias; que cuando las hormigas se esconden debajo de las piedras  se avecina un frío tremendo, etcétera. Lo del “pájaro verde” no sé a qué ave hace referencia el pastor segoviano experto en cabañuelas. Puede que al pájaro carpintero, de color verdoso con el obispillo amarillo, bigotera negra, vuelo ondulante y un  reclamo que semeja una carcajada larga. Todo un misterio que sólo él conoce.

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