viernes, 4 de marzo de 2022

¿"Maravillosa reacción", dice usted?

 


En esas, encendí la televisión y María Casado entrevistaba a Pedro Ruiz justo en el momento en el que éste decía: “Hay quien se sienta en las mesas de tertulia a disertar sobre Ucrania sin tener ni pajolera idea y se lleva una morterada por ello. Y quien un día es urgenciólogo, otro día habla sobre volcanes y, otro, sobre la liga de fútbol. A veces, no queda otra que tener poca vergüenza”. No sé, esto es el mundo al revés. Ahora a la derechona parece que le molesta que la madrileña Estación de Atocha, por la misma que salíó camino del exilio Isabel II en 1868, y en la que en 1908 hizo decir indignado a Rafael Gómez Ortega aquello de “esos humos en el Despeñaperros”, al sobresaltarse a su paso en el andén junto a una locomotora que en esos momentos comenzó a soltar una nube de vapor, parece que a la derechona le molesta, digo, que se rebautice como “Estación Puerta de Atocha- Almudena Grandes”. Añadía Pedro Ruiz en aquella entrevista, “¿Crees que quien ha tomado esa decisión a leído a la autora?”. Pues no sé, posiblemente, no, pero ese detalle no importa demasiado. Lo que parece interesante y aseado es que la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, haya avanzado que el Gobierno desea dar nombre de mujer a otras estaciones de Adif. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso ha manifestado al respecto en Marbella (donde asistía a la IX Cumbre Europea de Regiones y Ciudades) que “la virgen de Atocha ya era mujer”; y Esperanza Aguirre, otra que tal baila, ha añadido más vinagre a la ensalada de dislates de la presidenta  calificando hoy (a su llegada a Génova 13, con motivo de la celebración del Comité Ejecutivo Regional del PP),  de “maravillosa” la reacción de Díaz Ayuso. La virgen de Atocha es, como todo el mundo conoce, una advocación de la Madre de Dios y durante los siglos XVI al XVIII fue considerada la virgen de Atocha como especial protectora de la Monarquía y de los reyes de España, que fueron una calamidad. Lo que desconoce Díaz Ayuso, según se desprende, es que dicha estación de ferrocarril, que históricamente se conocía como Estación de Mediodía o Embarcadero de Atocha (apeadero desde 1851y estación desde 1892, ya siendo propiedad de La Compañía de los Ferrocarriles de Madrid, Zaragoza y Alicante) estaba junto a la puerta sur de Madrid donde terminaba el camino real de Alicante, y que por esa ruta entraban los carros con cáñamo (también llamado atochal) para hacer sogas, esteras y alpargatas. La virgen María fue mujer, de eso no cabe la menor duda. Pero no viene ahora a cuento. Hay precedentes en estaciones de ferrocarril con nombres de mujeres: “Madrid Chamartín- Clara Campoamor”, “Sevilla-Santa Justa”, y “Málaga-María Zambrano”. También existen estaciones de metro en Madrid con nombres femeninos (si obviamos los nombres genéricos de vírgenes): “Concha Espina”, “Eugenia de Montijo”, “Manuela Malasaña”, “María Tudor”, “La Latina” (como se conocía a Beatriz Galindo), “Lacoma” (por la condesa de Lacoma) y “Hospital Infanta Sofía”. Lo que sucede es que las estaciones de metro señaladas no lo son precisamente como homenaje a mujeres distinguidas, sino por criterios referidos a la calle o plaza donde se ubican las bocas de entradas y salidas. En calles especialmente largas se daba a la estación el nombre de la calle o plaza que cortaba a esa vía principal, porque era la que marcaba la altura. Queda todavía mucho por hacer en política de género sin tener que recurrir a “maravillosas reacciones” de alguien que, a todas luces, ha perdido el oremus. Para quien no lo sepa, la expresión “perder el oremus” tiene su origen (así lo describía Alfonso Rojo en La Razón, 16/01/16) en la misa en latín “reflejando ese momento de estupor que atenazaba a los asistentes cuando el cura invitaba a la oración y pillaba a esos oyentes dominicales pensando en las musarañas, incapaces de cumplir con la liturgia”.

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