domingo, 27 de marzo de 2022

Hechos y dichos

 


Cuentan que la expresión “ser más tonto que Pichote” está referida a Chicago durante la década de los 20 del pasado siglo. Pichote es una adaptación de " Il Picciotto", que en italiano significa "muchacho". Ese fue el apodo de un gánster enemigo de Al Capone: Gennaro Spummarolo “Il picciotto”, al que le dieron un soplo falso que le hizo entrar en el Yale Bar junto a Richard Lorengar donde  mataron a ambos en una fría noche de diciembre en presencia de Al Capone, que se encontraba con el dueño del garito, un tal Frankie Yale. En realidad, Gennaro Spummarolo sólo tenía la misión de acompañar a Richard Lorengar para ser asesinado por un ajuste de cuentas, pero Al Capone aprovechó la circunstancia propicia para “matar dos pájaros de un tiro”. La realidad es que Pichote no fue tonto sino un incauto que entró al trapo por su estrechez de miras. A decir verdad, Pichote y Abundio son los dos nombres que se utilizan con mayor frecuencia para demostrar la idiocia de alguien; verbigracia, “que fue a vendimiar y se llevó uvas de postre”, o que “en una carrera donde sólo corría él, llegó el segundo”. En tales casos, lo mejor es acudir a la sabiduría del tudelano José María Iribarren y su libro “El porqué de los dichos” (1962). Iribarren posee un busto en su ciudad natal que contiene una cita suya: Mi cabeza no está hecha para las abstracciones, las honduras y las filosofías”. De él dijo Azorín: “Estoy leyendo sus libros con gran delectación. Iribarren ha juntado erudición con amenidad: cosa rara”, y Dámaso Alonso lamentó que cada región española no tuviese un Iribarren para tener un cuadro coloreado, vario y profundamente español.

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