Según la revista croata TasteAtlas, que podría traducirse como “Atlas del Sabor”, entre las peores comidas de España a gusto de los
turistas extranjeros se encuentran los hojaldres de Astorga, unos cuadraditos
bañados en almíbar y con un agujero central que, a mi entender, son exquisitos.
¡Y qué decir de los “nicanores” de Boñar!Su receta secreta se remonta a 1880, cuando Nicanor Rodríguez comenzó a comercializarlos en Boñar y los
alrededores de ese pueblo leonés. Señalar, como hace esa revista, que a los
extranjeros no les gustan determinados productos culinarios españoles es generalizar de forma infame.
Haría falta saber a qué extranjeros se refiere: si a los franceses, los
alemanes, los ingleses… ¡Pues menos mal que nada se dice de las mantecadas de
Astorga! Yo es que alucino a colores. Pasa algo parecido con las opiniones de
un tal Parker y su personal complacencia
por determinados vinos en detrimento de otros. Las respeto, pero a medias. No se debe hacer mucho caso
a aquellos gurúes que pretenden sentar
cátedra e influenciar en los gustos de posibles consumidores. Tampoco pone en
buen lugar esa revista el conejo con arroz, los caracoles al gusto andaluz,
la morcilla patatera, los boquerones fritos, el turrón, los bocadillos de
sardinas…, ¡y las peladillas! ¿ Y de las almendras garrapiñadas, qué. Se nota que no han parado en Alcalá de Henares esos supuestos expertos en estadísticas. Croacia, tal y como lo conocemos hoy, es un
Estado pequeño dividido en 20 condados que declaró su independencia total de
Yugoslavia el 8 de octubre de 1991. Domina el sector servicios y el turismo
ocupa un lugar importante en su economía. Pero reconozcamos, también, que desde
finales de la década de 1990 alrededor de
350.000 personas emigraron por la
desigualdad, la corrupción y la falta de oportunidades existente, conque lecciones
de ese pequeño país balcánico las justas, oiga. En su favor, reconozco que una
de sus contribuciones a la cultura global fue la corbata, derivada del cravat
que originalmente vestían los mercenarios croatas en la Francia del siglo XVII;
y, también, que su gastronomía es importante, como es el caso delbrodet (guiso
de pescados, entre ellos congrio, rape y mero, aderezados con sal, pimienta,
ajo, tomate, vinagre, cerveza y un poco de harina para espesar la salsa); el cobanac (caldero de pastores y agricultores
compuesto de diferentes carnes guisadas con pimientos, cebollas, tomates y
patatas y el añadido picante de pimentón); o el crni rizot (risotto con
calamares al que se añade cebolla picada, ajo y queso rallado), etcétera. La
influencia mediterránea, puesto que se encuentra en el Adriático, está presente
como no podía ser de otra manera. Pero esa revista croata debe entender que la
comida española, también mediterránea, es una de las mejores del mundo. Solo
hay que ver cómo “tragan” los visitantes de otros países a la hora en la que
ellos comen y nosotros, como buenos españoles, terminamos de desayunar. Ya no
sirve el dicho: “sobre gustos no hay nada escrito” por ser falso. Sí hay mucho
escrito, aunque no siempre para bien.
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