Núñez
Feijóo
ya se frotaba las manos soñando con que Sánchez
se marchara y se decidiese hacer nuevos comicios en verano. Pero no ha sido
así. Sánchez ha resuelto quedarse, le merece la pena, e incluso piensa en
volver a presentarse dentro de tres años, es decir, al término de su mandato.
Para entonces les puedo asegurar que Núñez Feijóo habrá dejado de ser un
referente de su partido. España no es Galicia aunque Galicia forme parte de
España. En consecuencia, la cruz de mayo está servida para el jefe de la
Oposición. En el sistema parlamentario español no llega a la Moncloa el que más
votos consigue en las urnas sino aquel que más socios logra reunir para su investidura.
Y Núñez Feijóo conoce el sistema, aunque en sus mítines diga lo contrario. Hay
quien es tonto de capirote y quien se lo hace. Núñez Feijóo es de los segundos
aunque, dicho sea de paso, su mediocridad sea de libro. El Partido Popular es
un partido presidencialista donde el burro se ata en el lugar que dice el amo, el que tiene la cuerda de
trenzado, bien sea sólida, romboide, hueca, trenzada, kernmantle o tejida. La
misma cuerda que tuvo Casado mientras
duró, que no fue mucho. La experiencia nos dice que los líderes políticos no
son de duralex. También, que los
españoles somos mudadizos. Los mismos ciudadanos que abucheaban a Isabel II en septiembre de 1868 fueron
aquellos que el 9 de enero de 1975 vitoreaban a su hijo Alfonso XII, y aquellos que se declaraba “juancarlistas” con el advenimiento de la democracia habían sido
antes “franquistas” redomados. Los
españoles, como digo, por el hecho de ser mudadizos no sabemos disimular.
Enseguida se nos ve el plumero, como decían los absolutistas a los liberales. A
Núñez Feijóo no le queda otra que armarse de paciencia, barajar e ir soltando lastre
de corifeos enmascarados que le seguirán adulando mientras quede forraje en el
pesebre.
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