lunes, 1 de julio de 2024

Lo oculto

 

 

Comienza julio y la España vaciada retoma su alegría. De aquí hasta mediados de septiembre no hay pueblo que no celebre sus fiestas patronales. En este país se utiliza el nombre del santo caído en suerte para celebrar eventos en su honor, aunque cada día que pasa las fiestas sean más profanas. Los  festejos ya no están relacionadas con los solsticios y los equinoccios, que en invierno se transformaron en Navidad y en primavera en Pascua Florida desde que se cristianizaron, siempre relacionadas la ganadería, la agricultura y la recolección de las cosechas  Ahora, cuando el campo está hecho unos zorros y el brillo del oropel fuese causa de que muchos lugareños abandonasen la azada de destripar terrones y el zurrón de pastoreo, y tomasen la maleta de madera para trabajar en los polígonos industriales de las grandes ciudades, la gente de la diáspora regresa en verano al pueblo que les vio nacer para pasar unos días. Y llegan en un reluciente utilitario aparentando más de lo que son, como indianos de dudoso triunfo regresados a los Ancares. En la España de mediados del siglo XX se dio la paradoja de que, mientras la gente de los pueblos abandonaba el campo para “industrializarse”, se creaban poblados de colonización en páramos desiertos en un intento de ocupar las zonas rurales vacías y hacer de sus tierras yermas campos productivos. Alrededor de ellos se crearon canales, pantanos e infraestructuras para el riego. Se parceló la tierra y se ofreció adquirirla, cultivarla y habitarla a quienes de otra manera jamás habrían sido propietarios. El éxodo de aquellos colonos supuso un movimiento migratorio sin precedentes. Se trataba, en suma, de hacer habitable un  desierto creando casi 300 pueblos muy repartidos por todo el territorio. Era un trueque en toda regla. A cambio de vivienda, tierras y animales de tiro, los colonos se obligaban a cultivar los campos y aportar parte de lo recogido al Estado para, con el tiempo, obtener títulos de propiedad sobre esas tierras. Aquella idea de la colonización en el régimen franquista procedía de otra idea diferente, de la reforma agraria de la República, donde la propuesta consistía en un  reparto más equitativo de las tierras, más tarde revertida por el franquismo para que los que salieran beneficiados fueran los grandes latifundistas, a los que se les pagaron muy bien tierras improductivas y se les proporcionó regadío en las tierras mejores; las que eran peores fueron las que se destinaron a los colonos. Otros pueblos, todo hay que decirlo, fueron sumergidos bajo las aguas de nuevos pantanos. Y en otros pueblos, como sucedió con Jánovas (Huesca), se desalojaron casas y vecinos, algunos a la fuerza, para construir un embalse que nunca se hizo. Los vecinos se negaron a ceder terreno negó a ceder terreno y mantuvieron su rutina mientras la empresa hidroeléctrica talaba árboles, destruía las acequias y cortaba el agua y la luz. En 1966  alumnos y  maestros fueron sacados a la fuerza de la escuela por efectivos de la Guardia Civil. En 1984 se marcharon las últimas dos familias resistentes. El pueblo quedó convertido en un montón de piedras. Pero la astracanada llegó más tarde, en 2018, cuando el Gobierno de Aragón concedió una subvención de 60.000 euros para su reconstrucción. Falta, eso sí, los otros 150.000 euros prometidos para arreglar la entrada. A día de hoy, muchas casas están siendo restauradas por vecinos desinteresados que sueñan con volver a tomar ron con leche alrededor de la hoguera de la plaza durante las fiestas de San Fabián. Además de Jánovas, corrieron la misma mala suerte Lavelilla y Lacort. Según queda constancia en el libro “Jánovas. Víctimas de un pantano de papel”, de Marisancho Menjón Ruiz, se trataba de aprovechar las aguas del río Ara mediante un  proyecto de 1911 auspiciado por la burguesía catalana. En 1917 se constituye la sociedad “Aplicaciones industriales” para aprovechar la energía hidráulica de los ríos Ara y Cinca por la empresa Iberduero, recién creada, tras comprar en 1929 la concesión de “Aplicaciones industriales”. El Estado declaró la faraónica obra de “Utilidad Pública” en 1951 a efectos de la expropiación forzosa de terrenos y bienes afectados. Según se indica en el libro señalado, “Aún con todo, Iberduero no estaba contento con el Estado, ya que seguía teniendo que compartir el uso con los regantes, que estaban creando nuevos regadíos en los Monegros.  Por ello, decide ampliar nuevamente el proyecto, cambiando el “Salto de Fiscal” por el “Salto de Javierre”, proyectando un nuevo pantano en Sarvisé.  Así pues, en 1952 el Estado da otro nuevo plazo a Iberduero para un nuevo proyecto. Para complicar más el tema, en 1955 otra hidroeléctrica, ENHER, redacta el proyecto del pantano de El Grado, complementario de Mediano.  Cuanta más alta fuera la presa de Mediano, menos desnivel tendría Jánovas para generar electricidad, por lo que se decide retrasar el inicio de las obras una vez más.  Al final, en 1963, Iberduero compró las concesiones para ser el único con derechos sobre las aguas del Ara  Entonces empezaron los problemas”. Pero sería largo de explicar lo que llegó más tarde. Quizás otro día. Concluiré afirmando que existen 15 pueblos ocultos bajo el agua: Riaño (León), Lanuza Huesca), Sant Romá de Sau (Barcelona), Portomarín (Lugo), Mediano (Huesca), Mequinenza (Zaragoza), Las Rozas de Valderroyo (Cantabria), La Muedra (Soria), Santa María de Poyos (Guadalajara), Fuensanta (Albacete), Peñarrubia (Málaga),Mansilla de la Sierra (La Rioja), Ribadelago (Zamora), Benagéber (Valencia), y Granadilla (Cáceres).

 

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