lunes, 29 de julio de 2024

Mitos para insuflar valor

 


 

Santiago de Zebedeo es patrón de España desde los tiempos de Felipe IV por decreto del papa Urbano VIII, según explicaba Sánchez Albornoz en su obra  “En los albores del culto jacobeo”. Tiene nombres equivalentes: Jacobo, Jacob, Yago, Iago, Jaime, James, Tiago y Diego. Todos esos sombres son variantes del nombre hebreo Ya’akov, que significa “sostenido por el talón”. Una leyenda cuenta que Santiago de Zebedeo se apareció en caballo blanco durante la batalla de Clavijo (844) (dirigida por Ramiro I de Asturias contra las tropas de Abderramán II, que se negaba a pagar tributos a los  emires árabes y el ‘tributo de las cien doncellas’, un mito mediterráneo), para combatir junto a los cristianos. La crónica de tan legendaria aparición fue narrada en 1243 por el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, enterrado en Santa María de Huerta (Soria), en su obra “De rebus Hispaniae”. Con aquella descripción novelada de Jiménez de Rada se consiguió un nuevo tributo que percibía la catedral de Compostela y que, posteriormente, las Cortes de Cádiz intentaron suprimir (tanto  patronazgo  como diezmo) por legendario y falso, aunque volvió a restaurarse. Según José Antonio Quijera Pérez (“Revista de Folklore”, núm. 148, Fundos, 1993) “lo que sí parece cierto es que Ramiro I tomó la ciudad de Albelda, e hizo un voto según el cual tanto él como sus vasallos debían ceder, a perpetuidad y anualmente, a la Iglesia de Santiago en Galicia una medida de trigo cada labrador, y una de vino cada cosechero. Además, se anulaba el ominoso tributo de las doncellas, se instauraba la Orden de Caballería de Santiago y se fundaba el noble solar camerano de Valdeosera”.  También parece cierto que Ramiro I de Asturias no tuvo una vida especialmente carismática. No llegó a completar una década como máxima autoridad de su reino, y en su corto mandato no se dieron acontecimientos de relevancia. Una mentira mil veces repetida no la convierte en verdadera. Santiago de Zebedeo jamás estuvo en España. Estudios arqueológicos han demostrado que Compostela era una necrópolis precristiana, pero jamás se han practicado investigaciones científicas sobre los restos que custodian los muros de la Catedral, hasta el punto de que algunos investigadores incluso han atribuido tales reliquias óseas a Prisciliano de Ávila, el obispo hispano acusado de herejía. Santiago de Zebedeo parece ser que murió decapitado en Jerusalén el año 41 de nuestra era a manos de los secuaces de Herodes Agripa. Pero la idiocia humana, que da más crédito a los mitos que a la realidad demostrada, puede llegar a alcanzar límites insospechados, sobre todo desde el momento en el que comenzaron a aparecer supuestas reliquias del santo.  Así, el Monasterio de Cañas posee una reliquia que, se supone, contiene las herraduras del caballo de Santiago, que recogería Diego López de Haro en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y entregaría a su hija Urraca Díaz de Haro, cuarta abadesa del monasterio. Aquella batalla enfrentó  a un ejército aliado cristiano formado en gran parte por tropas castellanas de Alfonso VIII de Castilla, aragonesas de Pedro II de Aragón, navarras de Sancho VII de Navarra y voluntarios del Reino de León y del Reino de Portugal contra el ejército numéricamente superior del califa almohade Muhammad al-Nasir, en las inmediaciones de la localidad jienense de Santa Elena. Más tarde apareció la frase “¡Santiago y cierra España!” a partir del siglo XVII, que era como una inyección de valor frente al miedo insuperable a los combates en campo abierto (solo comparable al desasosiego que siente un torero frente a un “pablorromero” corniveleto en plaza sin enfermería) y que Valle Inclán, en “Luces de bohemia” la transformó en “Santiago y abre España a la libertad y el progreso”, en boca de Dorio de Gádex.

 

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