Un escritor aragonés residente durante muchos años en Caspe,Juan
J. Bañolas, autorde“El apego a la vida”, aseguraba que todas las enfermedades se reducían a
cuatro: pasmos, sustos, debilidades y ardores. A mi entender, la mejor manera de poder opinar sobre aquellos
escritores aragoneses de una determinada época, hoy por desgracia casi
olvidados, nada mejor que refrescar la memoria con un breve ensayo de Pedro Montón Puerto,“Una aventura editorial: la novela de viaje
aragonesa”. (Institución “Fernando
el Católico”. DPZ). Montón guardaba en su biblioteca casi todos los “cuadernos novelescos” aragoneses impulsados
desde 1925 por Arturo Gil Losilla, a
precios muy populares, donde se contó desde el primer momento con importantes
soportes publicitarios de la clase médica, de marcas de de coches, de vinos
jerezanos, etcétera. Cuenta Montón: “En su ´A
manera de prólogo’: “La dirección del nuevo periódico literario, tras
señalar que se halla patrocinado por la Agrupación
Artística (de la que era presidente don
Juan Sala), hace profesión de fe, declarando que tiene el proyecto,
contando con el apoyo de todos, de hacer una labor de puro aragonesismo”. Fue
una manera de imitar los éxitos que en Madrid tenían por aquel entonces “El cuento semanal”, “La novela corta”, “El cuento popular”, “La novela del sábado” y otras muchas publicaciones de parecido
estilo cuyos éxitos comenzaban a declinar. La lista de colaboradores fue larga.
En el número 10 de ”La novela de viaje
aragonesa” , editada en los talleres de Heraldo
de Aragón, apareció en 1925 Juan J. Bañolas con su novela “Camino de la adversidad”, ilustrada por
Antonio Cano y Octavio Castro Soriano. En fin, por estos pagos sedientos
aragoneses donde no hay más cera que la que arde todos nuestros males se
reducen a cuatro: pasmos, sustos, debilidades y ardores. El resto de achaques son,
si acaso, daños colaterales sobrevenidos que mitigamos con gori goris y
rociadas con agua bendita de hisopo. Nuestros arrebatos, pavores, desnutriciones y arrojos son el fruto
de nuestra monegrina herencia y se disipan con un réquiem en gregoriano y mascando
paloduz en noches de plenilunio sin necesidad de tener que recurrir a las fórmulas magistrales de
rebotica.
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