domingo, 28 de julio de 2024

Para gustos, los colores

 


En círculos católicos no gustó la representación de “La Última Cena de Jesús” (según el cuadro de Leonardo da Vinci) que llevó a cabo en París un grupo de “drags queen” durante la tarde-noche del pasado viernes, día 26, con ocasión de la inauguración de los juegos olímpicos. Pienso que podría haberse evitado esa astracanada por respeto a los meapilas. Intentemos ser serios por instinto de conservación. ¿Se hubiesen atrevido los organizadores del evento a hacer mofa de Alá o de Mahoma? Pienso que no, porque los franceses conservan en su memoria los trágicos sucesos del 13 de noviembre de 2015, con tres explosiones de suicidas en Saint Denis mientras se celebraba un partido de fútbol entre Francia y Alemania y al que asistía el presidente François Hollande. Por si ello fuese poco, casi al mismo tiempo, el restaurante 'Le Petit Cambodge', el local 'Belle Équipe', el bar 'Le Carillon', el boluevar Fontaine y la sala de espectáculos ‘Bataclan’ (mientras el grupo de rock ‘Eagles of Death’ tocaba frente a 1.500 espectadores) también fueron escenario de otros tantos ataques perpetrados por varios tipos armados con fusiles de asalto que dispararon a quemarropa contra todo el que se cruzara en su camino. El resultado fue de 130 muertos y 352 heridos de diversa gravedad. Muchos de ellos murieron posteriormente por las heridas recibidas. El fanatismo crea monstruos, como ha podido comprobarse a lo largo de la Historia, desde la Inquisición auspiciada por estos pagos por Fernando II de Aragón hasta el actual fanatismo islámico. La Inquisición pervivió desde finales del siglo XV hasta bien entrado el siglo XIX. Y duró tanto tiempo porque sirvió a intereses determinados y no siempre del mismo signo: empezó siendo un tribunal político y, posteriormente, se vinculó más a la Iglesia católica, persiguiendo a los judeoconversos en sus primeros cincuenta años de vida, luego a los moriscos y protestantes, a brujas y otras desviaciones heréticas, y ya en el siglo XVIII a masones y librepensadores. Por eso digo que hay cosas que es mejor no tocar ni hacer parodias. En ocasiones, cuando no queremos saludar a alguien que nos cae antipático por la razón que sea, suele dar buen resultado cambiarse de acera. El desdén, y hasta la descortesía si ustedes lo prefieren, en ocasiones consigue excelentes resultados. A mí, la apertura de los juegos olímpicos de París me pareció de un bienhacer exquisito. Para gustos, los colores, que proviene del adagio latino “gustibus non disputadum”, o sea.

 

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