sábado, 20 de julio de 2024

"Por la gracia de Dios"

 


Pues no sé por qué razón copiamos todo lo que viene de fuera. Se me ocurre que hasta podría ponerse de moda llevar un esparadrapo en la oreja, como luce Trump, ese candidato presidencial norteamericano que pretende repetir  y ya ha dicho que lo es “por la gracia de Dios”. En las antiguas pesetas “rubias” también aparecía la efigie de Franco dentro de un círculo donde ponía “caudillo de España por la gracia de Dios”. En Estados Unidos, el “partido del esparadrapo” espera la victoria de su candidato en noviembre. Juan Antonio Sacaluga, en Nuevatribuna.es, afirmaba ayer que “estos espectáculos cuatrianuales son el reflejo de un sistema político decadente que se protege detrás de una insustancial y tramposa puesta en escena permanente. Este año el confeti ha dejado paso al esparadrapo en la oreja, símbolo de una herida impotente que no impedirá la recuperación de una Nación debilitada, dicen los exégetas del líder, por la conspiración de las élites, sus enemigos externos y hasta sus aprovechados falsos amigos de fuera”. Mientras, Biden está como en la inopia, confundiendo nombres de líderes europeos y sin saber en qué fecha murió su hijo. Pero los españoles estamos a otra cosa, o sea, al veraneo, a refugiarnos de las calores, al pelo  de Cucurella, al oberbuking  veraniego en la España vaciada, a  las zapatillas que le gusta utilizar a Sofía de Grecia, a la falta de agua para riego en la cuenca del Matarraña, al avance de las obras del futuro museo celtíbero de Bronchales, etcétera. Lo que no se dice es que Bronchales es un municipio al nordeste de los Montes Universales que cuenta con una población que no llega a los quinientos habitantes, que para ir desde Zaragoza hay que desviarse en la A-23, en Santa Eulalia del Campo, y entrar en una carretera infame de 28 kilómetros en cuesta. Bronchales está a 1.570 metros de altitud. En el “Madoz” (p. 462) no se dice nada acerca de los celtíberos en esa zona. Pero sí parece cierto que en Bronchales hubo celtíberos que practicaban la trashumancia hasta el Guadalquivir  tras el descubrimiento de una necrópolis del siglo V a.C. De momento, su ayuntamiento ya ha recibido del Estado 800.000 euros, que el consistorio ha tenido que asumir 107.000 euros para comprar el edificio que albergará el museo y que están pendientes  de la entrega de otros 545.000 euros por parte de no se sabe qué entidad para la restauración de la casa adquirida. A mi entender, ese previsto museo contará con pocas visitas. A la gente lo que le gusta es el bar, dejémonos de pamplinas. A los museos, como a las bibliotecas, solo les gusta visitar a cuatro culturetas abstemios, estreñidos y con propensión a contemplarse en los espejos coloniales de cafetines donde sirven leche merengada y bizcochos de soletilla. Bronchales, en el límite con la provincia de Guadalajara, cuenta  con la estación  de f.c. “Bronchales- Orihuela” (situada a 1.236 metros de altitud pese a que el pueblo se encuentra a 1.500 metros, pero un servicio de autobuses acerca a los viajeros  a esas dos localidades, como sucede, por ejemplo, en El Escorial, o en el zamorano Toro, con cuestas para echar el bofe). Recuerdo haber estado unos días en Orihuela del Tremedal hace ya bastantes años y reconozco que me llevó unos días poder adaptarme a esa altura. Todavía hoy, pese al tiempo transcurrido, me viene a la cabeza una fuente con un gallo (el río se llama Gallo y es afluente del Tajo) dentro del pueblo,  el poblado ibérico de Castillejo-El Toril con restos de una muralla ciclópea, el santuario de la Virgen del Tremedal reconstruido en el siglo XIX tras su destrucción por los franceses en 1809, estupendos enrejados de forja en varios edificios y sus extensos pinares con ciervos y ardillas en libertad. Recomiendo su visita.

 

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