José Pablo Jofré, corresponsal en
Berlín del diario ABC, comenta que “los católicos alemanes que no paguen
el impuesto a la Iglesia quedarán excluidos
de los sacramentos. El sistema estatal fiscal alemán solo permite que no se
abone esa contribución a la
Iglesia si se dice que ya no se es católico”. La medida, en
principio, parece lógica. Lo que sucede
es que tal consideración de la Conferencia
Episcopal alemana resultaría de difícil aplicación en España.
Alemania carece de Concordato y, por
tanto, su financiación va en función del “pase por taquilla” en el sistema
fiscal de los fieles. En España, en cambio, además la asignación tributaria a la Iglesia Católica a la que el Estado destina el 0’7 por 100 de la cuota
íntegra del el IRPF para su sostenimiento de los que así lo deciden, existe una
importante exención de impuestos y goza de otros muchos beneficios como
consecuencia de ese trasnochado e incomprensible Concordato en un Estado no
confesional, como es el nuestro. La “apostasía fiscal” en Alemania, sin
embargo, de ninguna manera lleva automáticamente aparejada la excomunión. Según
la Conferencia Episcopal
alemana, el individuo que se resista a sostener a la Iglesia Católica “será invitado por carta por
el párroco competente a una cita, en la que se les tratará de
‘convencer’ de que ‘reconsidere’ ese paso”. Según el diario ABC, “el detonante
de ese decreto (de esa medida unilateral por parte de los obispos, diría yo) es
el caso de un jurista experto en Derecho Canónico, Hartmut Zapp, quien tras
apostatar en 2007 y quedar por tanto exento del pago del impuesto eclesiástico,
ha reclamado sin embargo su derecho a seguir siendo miembro de la Iglesia. El obispado
de Friburgo presentó demanda contra Zapp ante el Tribunal Federal
Administrativo, que se espera aborde el caso el próximo miércoles 26 de
septiembre”, es decir, mañana. Lo mejor, supongo, será no dar ideas. En España,
pese a recibir la Iglesia Católica
alrededor de 6.000 millones de euros anuales, estar exenta de impuestos y
controlar ( y “adoctrinar”) en gran parte la educación de casi todos los
colegios concertado, se ha sacado de la manga cobrar entrada por visitar
catedrales y museos diocesanos. Un ejemplo es Zaragoza, donde se cobra entrada
por visitar La Seo y el recientemente
inaugurado Museo Diocesano, después de que sus obras de restauración y
creación, respectivamente, hayan sido sufragadas en buena parte por la Diputación General
de Aragón y por otros organismos oficiales con el dinero de todos los
ciudadanos aragoneses. Pues bien, como se sigan dando ideas, a este paso pedirá
el cura ecónomo comprobar la
Declaración del IRPF por ver si se puso la “equis” en la
casilla correspondiente del Impuesto antes de proceder a dar la comunión,
casarse, o poder recibir un parroquiano enfermo los óleos y la recomendación
del alma. Aunque parezca una astracanada, hasta para ir al Más Allá se deben
tener los papeles de la contribución en orden. El latín es sagrado, el trigo es
sagrado.
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