Cristina López, en La Razón, hace una
adulación casi vergonzosa de Esperanza
Aguirre. La compara con Merkel y Thatcher, sobre las que dice: “Es curioso que
las grandes jefas de Estado europeas hayan sido de derechas. Dice poco de la
izquierda”. Dentro de su “particular” consideración, respetable por mi parte
aunque no la comparta, también hace referencia a Luisa Fernanda Rudi, sobre la
que cuenta que “mandó en la
Cámara, pero sin apenas protagonismo en la política real”.
Hombre, Rudi ha sido varias veces
diputada a Cortes, eurodiputada, alcaldesa de Zaragoza, presidenta del PP en
Aragón y presidenta de la Diputación General
de Aragón. Si eso no es tener protagonismo en la política real, que venga Dios
y lo vea. En otro apartado de su artículo, López remata faena hincando el
estoque al volapié: “Es curioso que en los casos citados –Merkel, Thatcher,
Aguirre– se repitan las biografías. El padre como modelo; cierta falta de
atractivo físico y un predominio de la capacidad de trabajo y de estudio. Aquí
ya no sé qué decir. ¿El padre como modelo, pero modelo de qué? Eso ya roza lo
freudiano. Merkel, hija de un pastor luterano llamado Horst Kasner, tomó el
apellido actual de quien fuera su primer marido, Ulrich Merkel, del que se
divorció en 1982. Thatcher, de apellido de soltera Roberts, es hija de un
propietario de dos tiendas de comestibles y predicador del Metodismo. Como
puede comprobarse, los apellidos paternos, tanto de Merkel como de Tharcher, desaparecieron
y no precisamente por arte de magia sino por propio deseo de ellas. Vamos al
caso de Aguirre. Es hija de José Luis Aguirre Borrell, procurador en Cortes durante la etapa
franquista por el tercio sindical nada menos que siete legislaturas. Aquellos
procuradores sí que se lo llevaban crudo: chaquetilla blanca, cuatro aplausos
de adhesión a Franco en la
Cámara y a pasar por caja, que en cobrar es donde está la
ganancia Y, ¡oh, casualidad!, ocupó la jefatura de Publicidad de Turismo
precisamente cuando su tío, Ignacio Aguirre Borrell, era Secretario de Estado
de Turismo—, donde permaneció tres años, hasta 1979. Después, con UCD, ocupó
diversos cargos administrativos de designación directa (es decir, sin opositar)
en el Ministerio de Cultura: en 1979, jefe del Gabinete Técnico del director
general del Libro y la
Cinematografía; en 1980, subdirectora General de Estudios en la Secretaría General
Técnica del Ministerio de Cultura; en 1981, subdirectora General de Estudios en
la Secretaría
General Técnica del Ministerio de Cultura; y, en 1982, subdirectora
general de Fundaciones y Asociaciones Culturales, y bla, bla, bla… En 1995,
siendo concejal del Ayuntamiento, fue nombrada consejera de Caja Madrid en
representación del PP. Ahí me detengo. Esperanza Aguirre y José María Aznar
tuvieron mucho que ver en el nombramiento de Miguel Blesa como presidente de
Caja Madrid. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. Ahora Esperanza Aguirre
acaba de dimitir de la presidencia de la Comunidad, aunque no de la presidencia del PP en
Madrid, donde todavía se tienen que producir muchas batallas internas. ¿Será por problemas de salud? ¿Será por haber
reflexionado sobre las teorías de “El principio de Peter” y dar por hecho haber
alcanzado su nivel de incompetencia? ¿Será por algo “muy serio” que todavía no
ha trascendido? Qué será, será… En fín, para algunos “amigos incondicionales”
de la calle Génova, y para quiénes le han concedido con prisas la Medalla de Oro de Madrid,
Aguirre se ha marchado con presteza por la puente, que está seco. Cuatro
lágrimas, sí, pero de cocodrilo. A enemigo que huye, puente de plata.
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