He leído despacio, en evitación
de que se me pudiese pasar algún detalle, el artículo “Del servicio militar
obligatorio”, parte I y parte II, publicado en “República.com” por el general
Chicharro. Estoy de acuerdo con él en todo su contenido. Pero, además, he
releído “España indefensa”, de Amadeo Martínez Inglés, donde ese coronel
analizaba la situación en la que se encontraba el Ejército a finales de los
años 80, cuando todavía existía en España la recluta obligatoria. Ignoro cómo se
encuentran hoy las fuerzas operativas encargadas de salvaguardar nuestro
territorio. Pero sí conozco, por haber sido publicada, la actual deuda viva del
Ministerio de Defensa, cifrada en 26.000
millones de euros, es decir, un 3% del PIB, como consecuencia de la
modernización sin precedentes llevada a cabo en su día por el Gobierno Aznar.
En ese sentido, señalaba ya en agosto de
2011 el diario “El País” que “si se
tratara de un problema coyuntural, bastaría con posponer los pagos. Pero la
situación no será mejor sino que se agravará en el futuro. El programa de pagos
se diseñó de tal forma que en los primeros años, los de bonanza económica, las
cuotas eran reducidas; mientras que ahora, en plena crisis, su cuantía se
multiplica, hasta el punto de que a partir de 2014 será superior a la suma de
todo el capítulo de inversiones del ministerio: 1.005 millones en 2011. Según
fuentes de Defensa, mantener los plazos previstos supondría que en 15 años las
Fuerzas Armadas no podrían hacer ninguna nueva inversión y aun así no
bastaría”. En el último Consejo de Ministros se otorgó hacer entrega a las FA’s
de un suplemento de crédito de 1.782 millones de euros para atender la deuda
acumulada de proveedores por de entregas realizadas en 2010 y 2011 y, además,
poder hacer frente a los compromisos de 2012. La mayor parte del crédito
corresponde, (según “diariocrítico.com”) “al consorcio europeo para el avión de
combate ‘Eurofighter’, el helicóptero de ataque ‘Tigre’ y los buques de acción
marítima, entre otros”. El panorama, a mi entender, es desalentador. En la
página 23 de su libro, el coronel Martínez Inglés cuenta: “Estos cincuenta años
de pasividad han traído, además, otras consecuencias. El militar profesional
español del año 89, yo diría desde general a sargento, no cree en la guerra.
Tantos años de tranquilidad, de aislamiento, de volcarse al interior, de
pluriempleos, de destinos más o menos cómodos, le han deformado de tal manera
que hoy día para cualquier profesional de la milicia, honrosas excepciones
aparte, la guerra es una entelequia, un suceso ciertamente desgraciado que
ocurre en otras latitudes, que afecta a otras naciones con menos suerte que la
nuestra”. Bueno, soy consciente de que nuestra entrada en la OTAN ha hecho que cambie
sustancialmente el panorama, puesto que España cumple con honor ciertas
misiones en el exterior, por ejemplo en Afganistán. Otra cosa distinta es que
España, dado el momento actual de crisis en la que está sumida, pueda hacerse
cargo del “brutal” coste económico que supone estar a la altura de las
circunstancias. Además, existe una situación paradójica. Rodríguez Zapatero
anunció por sorpresa poco antes de
su salida del Gobierno (ver “Publico” 11.9.12) que “España será una pieza clave del escudo antimisiles aliado y que
la base naval de Rota albergará a 1.300 militares y cuatro buques de guerra de
EEUU, en cumplimiento de un programa suscrito entre los dos países en 1988
sobre ‘cooperación de la defensa’ y modificado en 2002”. La paradoja radica en que ni Ceuta ni Melilla quedan bajo el
paraguas del Tratado del Atlántico Norte. Y eso no se entiende. Pido perdón al general Chicharro por
“haberme salido por los cerros de Úbeda”. Pero hay cosas que merecen
comentario.
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