A todos los niños de mi época nos
regalaban el día de Reyes, o por nuestro cumpleaños, algún arma de juguete. Era
normal que los niños recibieran escopetas que disparaban corchos sujetos con un
hilo y las niñas recibieran muñecas y cocinitas. En mi infancia, hice acopio de todo un arsenal de pistolas, carabinas y
puñales de plástico. Recuerdo que en las tiendas de chucherías vendían unas
pistolas con culata de goma en forma de pera, para que su interior pudiera
llenarse de agua. Jugar a policías y
ladrones equivalía a pasarlo de lo lindo. Hoy, en la madrileña Plaza de Callao,
un agente ha sacado la pistola al tiempo que un grupo de manifestantes que se
dirigía a la Carrera
de San Jerónimo increpaba a la
Policía que guardaba el orden entre el Fnac y Preciados. Pero
la pistola que ha sacado el agente no era la reglamentaria sino una pistola de
goma. Se la ha enseñado a los revoltosos y la ha vuelto a guardar ante la
juerga generalizada y el aplauso de los concentrados. Este es un país que bebe
en las fuentes del esperpento y así no vamos a ningún sitio. De nada sirve que
el Rey intente “vender” en Estados Unidos la marca España y visite el “The New
York Times” para explicar nuestra situación económica si aquí, en la capital
del Reino, desenfunda un policía una pistola de goma en una manifestación
reivindicativa; si Artur Mas adelanta
elecciones al 25 de noviembre mientras
achucha a catalanes y charnegos para que Cataluña se parezca a Puerto
Rico; y si Rajoy se dedica en cuerpo y alma, mientras tanto, a pedir en la ONU que España esté presente
de forma permanente en el Consejo de Seguridad (ya lo hizo Aznar en su último
año de mandato cuando apoyó la invasión de Iraq), y a vender humo a los
miembros de la eurozona, como hacía con las estilográficas y las cuchillas de
afeitar aquel charlatán de la zaragozana Plaza del Carbón. Ramonet, Mingorance
o José Luís Pérez Olmedo fueron destacados charlatanes que se ganaron la vida
vendiendo pelapatatas, colchas magnéticas, instrumentos para masajes y
productos de todo tipo. Con su palabrería nos convencían de que al llevarnos el
artículo nos estábamos llevando una ganga. Lo malo es que Rajoy ya no convence
a nadie y Merkel ha vuelto a poner a España como modelo de lo que no se debe
hacer. Vamos que aquí, de triunfar alguien, serán las chirigotas de Cádiz.
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