Leo en ABC de Sevilla algo que
“ocurre sólo una vez
al año. Cada 19 de septiembre, a las 19.35 horas -según la hora del Gobierno- un rayo de sol accede
por uno de los ventanales de San Juan de la Palma y va recorriendo el retablo mayor del templo
hasta alcanzar el rostro de la Virgen de la Amargura”. Bueno
tal “milagro” sucederá año tras año y siglo tras siglo siempre que la talla
artística no sea movida medio metro de
su sitio, siga existiendo la holgura en la ventana que da a la calle Feria que
permite la entrada de luz solar y, lo más importante, que no salga el día
nublado. Ese mismo día, en Nápoles, se licúa cada año la sangre de san Genaro.
Es costumbre que en fecha tan señalada acudan muchos hispalenses a contemplar
el resplandor sobre la faz. Algunos ciudadanos se arrodillan a la espera de ese
momento y hasta sienten un fervorín difícil de explicar. Onubenses, hispalenses
y gaditanos ocupan esa “tierra de María Santísima” que hacen suya cada año,
tanto en el Rocío como en los actos procesionales en los que la saeta cantada
desde un balcón de Sierpes o de La
Campana rompe la noche morada con “sonios negros” y elocuentes. La fe mueve
montañas y, tal vez, la Virgen
de la Amargura
representa hoy mejor que nadie ese clavo ardiendo en el que agarrarse. Cáritas
detecta que la crisis está afectando gravemente a familias “normalizadas” en la
disyuntiva de comer o pagar la hipoteca. Se necesita ese rayo de luz, aunque
sea una vez al año.
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