domingo, 23 de septiembre de 2012

Sardinas en lata




Hoy, como ayer, me veo obligado a tener que hacer referencia a algo leído en ABC de Sevilla. No sé por qué razón tengo una cierta querencia a ese diario. De él, como se decía del cochino, me gusta hasta los andares. Ya perdonarán que sea tan insistente. Son rarezas de senectud difíciles de corregir. Pues bien, el ABC de Sevilla cuenta que “los pescados azules y las almejas mejoran con los años de enlatado”.  A Peter Durand le tengo que estar muy agradecido. Dispongo de una minúscula despensita y en sus dos o tres alacenas hay una serie de latas de conservas de distinta procedencia sobre las que llevo un “control de stock” mental casi perfecto. También tengo alguna lata de sardinas, las “picantonas” de Albo. Siendo adolescente recuerdo que solía ir a comprar a un economato que había en la fábrica en la que trabajaba mi padre. Por aquellos años, las latas de conservas no disponían, como ahora, de fecha de caducidad. Existía un troquel en la tapa, con una letra, pero que nadie entendía sobre su significado. Y en aquel economato de mi juventud perdida para siempre solía comprar, entre otras cosas, latas de sardinas en aceite. Ni sé el tiempo que llevarían en la tienda. Algunas latas ya tenían hasta algo de oxidación en el nervio que circundaba la base. Era necesario abrirlas aplicando una llave con ranura sobre una lengüeta. Pues bien, el recuerdo de aquellas sardinas entre pan a media mañana, o el de las agujas en escabeche, me resulta entrañable. Las agujas iban dentro de unas latas redondas enormes, como las de bonito del Norte. Ambos pescados solían venderse en las tiendas de ultramarinos al peso. Pero, sí, me parece que es verdad que mejoran con los años las sardinas en lata. Las almejas no lo sé. Pero a las alabanzas a los vinos de reserva, a los quesos curados y a los jamones de cebo será necesario añadir, a partir de ahora, ciertas latas de conserva, o sea, las de las latas de pescados azules y las de almejas olvidadas en las estanterías de la  viejas tienda de ultramarinos. ¡Quién lo iba a decir¡ Viniendo de la mar, todo es posible. Lo decía Ramón en una de sus greguerías: “El día del Juicio Final las estrellas de mar volverán al cielo”.

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