Hoy, como ayer, me veo obligado a
tener que hacer referencia a algo leído en ABC de Sevilla. No sé por qué razón
tengo una cierta querencia a ese diario. De él, como se decía del cochino, me
gusta hasta los andares. Ya perdonarán que sea tan insistente. Son rarezas de
senectud difíciles de corregir. Pues bien, el ABC de Sevilla cuenta que “los
pescados azules y las almejas mejoran con los años de enlatado”. A Peter Durand le tengo que estar muy agradecido. Dispongo de una minúscula
despensita y en sus dos o tres alacenas hay una serie de latas de conservas de
distinta procedencia sobre las que llevo un “control de stock” mental casi
perfecto. También tengo alguna lata de sardinas, las “picantonas” de Albo.
Siendo adolescente recuerdo que solía ir a comprar a un economato que había en
la fábrica en la que trabajaba mi padre. Por aquellos años, las latas de
conservas no disponían, como ahora, de fecha de caducidad. Existía un troquel
en la tapa, con una letra, pero que nadie entendía sobre su significado. Y en
aquel economato de mi juventud perdida para siempre solía comprar, entre otras
cosas, latas de sardinas en aceite. Ni sé el tiempo que llevarían en la tienda.
Algunas latas ya tenían hasta algo de oxidación en el nervio que circundaba la
base. Era necesario abrirlas aplicando una llave con ranura sobre una lengüeta.
Pues bien, el recuerdo de aquellas sardinas entre pan a media mañana, o el de
las agujas en escabeche, me resulta entrañable. Las agujas iban dentro de unas
latas redondas enormes, como las de bonito del Norte. Ambos pescados solían
venderse en las tiendas de ultramarinos al peso. Pero, sí, me parece que es
verdad que mejoran con los años las sardinas en lata. Las almejas no lo sé.
Pero a las alabanzas a los vinos de reserva, a los quesos curados y a los
jamones de cebo será necesario añadir, a partir de ahora, ciertas latas de
conserva, o sea, las de las latas de pescados azules y las de almejas olvidadas
en las estanterías de la viejas tienda
de ultramarinos. ¡Quién lo iba a decir¡ Viniendo de la mar, todo es posible. Lo
decía Ramón en una de sus greguerías: “El día del Juicio Final las estrellas de
mar volverán al cielo”.
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