Mal futuro le espera a la
“profesión” de gorrilla. Algo parecido les sucedió en su día a los “mozos del
exterior”, o sea, a los maleteros de los andenes de estación, el día que se
generalizaron las maletas con ruedas; o a los fotógrafos minuteros, a los cerilleros
y a los limpiabotas de café, que dejaron de existir el día en el que los cafés
se convirtieron en agencias de bancos. Paradójicamente, esos bancos que
sustituyeron a los cafés y que tanto daño han producido a la economía española,
reciben importantes socorros del FROB a cargo del contribuyente. Leo hoy en el
diario ABC de Sevilla que “la Policía
interpone más de 900 multas a gorrillas en lo que va de año”. Los aparcacoches
ilegales, si les digo la verdad, cumplen una función social a cambio de una
propina, como también la cumplían los fotógrafos minuteros, los maleteros, los
cerilleros y los limpiabotas. Hubo un cerillero en el madrileño Café Gijón,
Alfonso González Pintor, más conocido por Alfonso, que hoy dispone de una placa
en su recuerdo: “Aquí vendió tabaco y vio pasar la vida Alfonso, cerillero y
anarquista”. Con motivo de su fallecimiento dejó escrito Arturo Pérez-Reverte
que “de vez en cuando le daba el arrebato libertario y montaba la pajarraca;
como una vez que sus jefes del Gijón lo tuvieron tres días arrestado en casa,
sin dejarlo ir al trabajo, porque Joaquín Sabina se lo llevó a una taberna a
calzarse veinte copas, y a la vuelta, un poquito alumbrado, Alfonso cantó las
verdades a un par de clientes que se le atravesaron en el gaznate”. “Los
intelectuales-decía- sois una mierda”. (“Cerillero y anarquista”. El Semanal,
21 de diciembre 2003). También hubo un
fotógrafo minutero en Zaragoza, Ángel Cordero Gracia, que permaneció soportando
el cierzo detrás de La Lonja
desde 1925 hasta 1978. Un caballito de bronce hecho por Francisco Rallo recuerda
desde 1991 a
aquel otro caballito de cartón-piedra de toda la vida, donde los padres
montaban a los niños para la foto del recuerdo tras haber sido pasados de la
mano de un infantico por el manto de la Virgen del Pilar. Con el
final de ciertas profesiones se volatizaron para siempre los lugares donde
residía toda la melancolía.
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