Hoy Elvira Lindo, en El País,
pone el dedo en la llaga: “Asistimos, hasta el momento con inusitada y
misteriosa calma, a la adopción de una política económica brutal, consistente
en arreglar el desaguisado que la misma clase política provocó con medidas que
agobian y humillan. (…) Y si el sacrificio sirviera para algo, si alguien
supiera a qué conduce, pero de momento lo único que se está provocando es
miedo, paralización del riesgo creativo y una especie de desánimo colectivo que
degenera ya en un profundo resentimiento”. Elvira Lindo me recuerda la
desesperanza de Miguel de Unamuno ante el devenir caótico de una España adormecida y silente que no terminaba de
entender. El llano inhóspito de la altiplanicie castellana, donde la resignación
general era manifiesta entonces, es hoy como una capa que lo envuelve todo,
como una inmensa duna que se desplaza de un lado para el otro de forma lenta
aunque inexorable y que produce una tormentosa zozobra para el que la padece,
en este caso para la inmensa mayoría de los ciudadanos que conforman el Estado.
En aquella situación histórica insoportable,
hacía referencia Unamuno con estas palabras: “Atraviesa la sociedad
española honda crisis; hay en su seno reajustes íntimos, vivaz trasiego de elementos,
hervor de descomposiciones y recombinaciones”. En la situación actual, el
Gobierno que preside Mariano Rajoy, obsesionado con unos ajustes económicos de
caballo para cumplir el objetivo de déficit del 4’5% fijado por la Unión Europea, está asfixiando
a los más desfavorecidos, que ya son legión. Los españoles de a pie estamos
entre el Pinto de la mendicidad por exigencias del guión y el Vademoro de
la mendacidad de un Gobierno neoliberal que todo lo pretende
cimentar sobre mentiras mil veces repetidas.
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