Con la que está cayendo, a
ciertos taxistas madrileños les ha dado por poner un pictograma en el coche de
alquiler donde prohíbe al cliente que se tire pedos; y Mariló Montero, exmujer
de Carlos Herrera, se enfada por su rebaja de sueldo (400.000 euros anuales) en
la televisión del Estado y carga en directo contra Anne Igartiburu, a la que los
nuevos directivos del ente público le han dado un programa de la tarde. Teniendo
en cuenta que Santiago González – actual pareja de Montero– ya no es director
de TVE es normal que sucedan estas cosas, con lo que se demuestra que Anne
Igartiburu no está oxidada ni enmohecida sino que goza de una lozanía que otras
presentadoras quisieran. De
cualquier manera, si Montero se enfada por su rebaja salarial, puede probar
suerte de cajera en Mercadona. Vamos, que ya está bien de tonterías. Lo de los
taxistas tiene su guasa. Oiga, ¿y si a mí no me agrada que el taxi esté sucio,
o que el taxista vaya desaseado, con el
palillo en la boca y con barba de dos días? Otros taxis de Madrid llevan una
pegatina donde puede leerse ese tópico de “Un poco de por favor”. ¡Por favor,
qué! En fín, lo que procede es que el taxista, antes de bajar la bandera, le pregunte al cliente si ya ha comido. Y en
caso afirmativo, asegurarse mediante una declaración jurada, cuyo impreso puede
estar ya confeccionado a falta de la firma, que no ha probado la fabada
asturiana ni los garbanzos de Fuentesaúco ni las lentejas del Hijo de Macario
Marcos. Otra cosa es que el cliente haya sido recogido en las proximidades del
Ikea. Ahí no caben dudas. Sólo ha podido comer codillo asado o albóndigas con
salsa de arándanos. En “La Divina Comedia” en la última línea del capítulo 21
del “Infierno” se lee un ejemplo del uso demoníaco de una función natural del
cuerpo: “Ed elli avea del cul fatto
trombetta”. Seguro que algún
taxista madrileño sabrá italiano y se lo traducirá sin problemas a sus
compañeros que hacen corro en las cabeceras de la Estación de Atocha o en la Plaza de Castilla. Todo sea
por la buena educación, que exige al cliente pedir perdón después de tirarse un
pedo. En absoluta reciprocidad, el taxista debe abrir de inmediato la
ventanilla de su lado en evitación de que conductor y conducido puedan palmar
como Caryl
Chessman.
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