El próximo 30 de
abril la reina Beatriz de Holanda abdicará al trono a favor de su hijo
Guillermo Alejandro de Orange y dos meses antes, es decir, el 28 de febrero a
las 20 horas, que ya es precisar, lo
hará Benedicto XVI, Obispo de Roma, a beneficio del cardenal que salga elegido
en el cónclave y posterior “fumata bianca” que se eleve desde la Capilla Sextina.
Y así lo ha manifestado Ratzinger en lengua latina para que todo el escalafón
de papables con menos de 80 años de edad lo entienda. Ambos lo hacen, según han
declarado, por su avanzada edad. Deberían tomar nota los políticos españoles,
pero en España no dimite nadie aunque, en más casos de los deseados, la prensa
les saque los colores por haber metido mano en la caja registradora o por incompetencia manifiesta: léase Gürtel en el
primero de los casos, o léase Madrid Arena en el segundo. Pero hoy es Lunes de
Carnaval y las chirigotas de Cádiz ponen la nota de humor ante tanto sindiós.
Los carnavales de Cádiz, que habían sido prohibidos el 5 de febrero de 1937 por
orden del gobernador general Luis Valdés Cavanilles no fueron rehabilitados
hasta 1947 por el gobernador civil, Carlos María Rodríguez de Valcárcel, tras
la explosión del depósito de minas de San Severiano, en un intento de elevar el
ánimo de los gaditanos aunque fuese en tiempo de verano y se denominasen
Fiestas Típicas Gaditanas hasta junio de 1976. Desde entonces el carnaval se
celebra en su tiempo precuaresmal, o sea, durante los tres días que preceden al
Miércoles de Ceniza. Pero a lo que iba. Resulta que un rayo ha caído sobre la
cúpula de San Pedro a las pocas horas del comunicado de renuncia de Joseph
Ratzinger y muchos italianos tocan madera. ¿Será una señal?
Parece que el actual Papa no desea llegar a la lamentable situación física de Wojtyla
en sus últimos años. Y los españoles nos desternillamos de risa tras otras
declaraciones, las hechas por Pérez Rubalcaba, que ha propuesto una “brigada
antifraude” que intente poner orden ante tanta corrupción. Sus palabras me hacen
recordar a aquellos componentes de la Santa Hermandad, creada por las
Cortes de Madrigal de 1476, que iban vestidos con un chaleco de piel que dejaba
al descubierto las mangas de una camisa verde y que nunca llegaban a tiempo al
lugar donde se había cometido el delito. Pese a su ineficacia manifiesta,
estuvo en funcionamiento activo en España hasta 1834, es decir hasta diez años
antes de que Bravo Murillo ordenara al segundo duque de Ahumada crear el Cuerpo de la Guardia Civil. A mí, qué quieren
que les diga, las brigadas antifraude me recuerdan a aquella brigadilla de
escopeteros que había en los andenes de los ferrocarriles. Iban vestidos de
color maleta y su misión consistía en tratar de evitar el robo en vagones de
mercancías por parte de los raqueros de muelle.
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