Daniel Martín, en
“República.com”, al hacer referencia a nuestro sistema educativo, señala que “la pésima ortografía con la que
se escribe hoy en día es tan solo un síntoma más de la decadencia de un sistema
educativo que, en ningún caso, está destinado a enseñar a leer, escribir y,
sobre todo, pensar. Envueltos en el clima de molicie social -lo esencial es
terminar los estudios-, hijos de una desatención crónica consecuencia de mil
pantallas y ningún orden, los alumnos pasan por el colegio estudiando decenas
de reglas ortográficas ininteligibles, poniendo nombres raros a cosas
conocidas, analizando sintácticamente oraciones y conjugando tiempos verbales
que, sin saber sus nombres, manejan competentemente en la vida cotidiana. Y Daniel Martín, al hacer referencia a los
modos del siglo XXI, hace
referencia al verbo abrir, muchas veces
escrito de forma inadecuada. Dice que
‘habrir’, escrito de ese modo, “es un dislate imperdonable, pero no
comprender una descripción de Baroja es algo lógico, normal, disculpable”. Sí,
es cierto. A mi modo de ver, sin embargo, es más triste cuando alguien manda a
la redacción de un periódico un texto para que salga publicado al día siguiente
y te encuentras con la desagradable sorpresa al leerlo impreso de que “el
espabilado de turno” (quiero pensar en un
becario, sin duda víctima de esa decadencia educativa a la que hace
referencia Martín) ha modificado una palabra al suponer que el error, o la
falta de ortografía, era del articulista. Claro, en ese momento el autor del
escrito siente, por un lado rabia; por otro, vergüenza de que sea leído por el
suscriptor, por el cliente de un hotel, o por lector que se acerque a un
quiosco y compre el “diario grapado”.
Dicho eso, blanco y en botella, ya sabemos a qué periódico me estoy refiriendo.
Y eso, como ya he escrito alguna vez, me sucedió a mí con la palabra ermita, a
la que un lerdo, o una lerda, le añadió una hache, que fue como un hachazo.
Como decía un añorado amigo, José Luis Aranguren Egozkue, a la ermita se le
había añadido una espadaña. Sí, una espadaña con vano campanil, pináculo y
hasta el blasón con águila bicéfala de Calos I.
No hay comentarios:
Publicar un comentario