martes, 19 de febrero de 2013

Agatón Galilea



Agatón Galilea, habitaciones a pupilaje. Fijos y viajeros. Estar próximo a una estación de F.C. tiene más ventajas que inconvenientes. Agatón, por el silbido, sabía  qué trenes salían, qué trenes llegaban y cuáles llevaban retraso. Algunos clientes bajaban a la cantina y subían a la Fonda de la Estación  a la media hora, ya cenados y dispuestos para dormir. Había ciertas habitaciones que daban al andén. Otras eran interiores. Las tres habitaciones que daban al andén estaban reservadas para el señor Galende, perito agrícola experto en el cultivo de remolacha, para Pío Cañamón, protésico dental y para Florinda Monfort, artista de variedades. Agatón era un hombre silencioso y amante de las buenas composturas. Siempre iba en camisa blanca con pajarita y caminaba en zapatillas de paño para no hacer ruido sobre la tarima. A veces aprovechaba que había algún huésped en la sala común y, si se terciaba, charlaba amigablemente. Agatón tenía conversación. El señor Galende viajaba mucho para hacer contratos con los agricultores y les facilitaba las semillas, los abonos y los tratamientos químicos necesarios contra la mosca, los gusanos grises, los gusanos verdes, la pulguilla, la maripaca y la cercospora a aquellos horticultores que meses más tarde entregarían las raíces en la azucarera donde él prestaba sus servicios. Agatón le escuchaba sin pestañear. Junto al señor Galende se aprendían muchas cosas. También junto a Pío Cañamón, cuando le convencía de que toda prótesis debe tener un sistema de retención eficiente, para que la restauración se mantenga sujeta en la boca y no se caiga o salga de su posición, ya que de no ser así la masticación, deglución y fonética, se verían afectadas e incluso imposibilitadas. Pero cuando en ocasiones coincidían en la sala de estar Agatón, el señor Galende y Pío Cañamón la conversación entre ellos solía derivar por otros derroteros más profanos. Con Florinda Monfort no coincidían nunca. Llevaba unos horarios de trabajo muy raros y, además, era de natural reservado. De Florinda sólo quedaba por los pasillos una estela de sus perfumes a la caída de la tarde, cuando marchaba a El Pato Negro para actuar. Pío Cañamón contaba que fue una vez a ver el espectáculo y que Florinda Monfort bailaba cancán. Agatón Galilea había nacido un 19 de febrero y a la hora de bautizarlo el cura no tuvo mejor ocurrencia que ponerle el santo del día. Dijo el párroco a los padrinos que San Agatón fue un hacedor de maravillas. Los presentes se encogieron de hombros y Agatón se quedó con ese nombre que parece estar relacionado con la bomba atómica.

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