A los ciudadanos, pertenezcan o
no a la clase política, no se les puede
acusar de haber cometido delito alguno si no se cuenta con las pruebas
necesarias. Cosa distinta es que existan sospechas fundadas. En el caso de la
presunta corrupción de miembros del Partido Popular existen unos apuntes
contables de puño y letra en un libro auxiliar de contabilidad, si hacemos caso
a los datos de El País. La misión de la prensa en un Estado de Derecho consiste
en informar de forma veraz a sus lectores. Y yo siempre tuve, y sigo teniendo,
a El País por un diario serio y respetuoso tanto con los lectores como con todo
aquello que significa la palabra democracia. Hoy, pasada la una y media de la
tarde, Mariano Rajoy ha negado haber recibido pago alguno en dinero negro y ha hecho
promesa de enseñar sus declaraciones. Es un buen punto de partida; pero, a mi
entender, sólo corroborará lo que ya se conoce por los datos por él aportados
cada año en su Declaración del IRPF. Los ciudadanos con dos dedos de frente
damos por hecho que Rajoy no ha llegado
a la política para hacer dinero ni para engañar a Hacienda. Sobraba que así lo
afirmara en su discurso de 16 minutos. A mi entender, hubiera sido más
acertada, por lo que tiene de esclarecedora, una rueda de prensa, pero a nadie
se le escapa que el presidente del Gobierno prefiere el toreo de salón a la
plaza de toros sin enfermería. De igual manera, nadie puede poner en duda las
cuentas que presenta en un ejercicio económico determinada sociedad mercantil, partido político o empresario individual antes
de ser analizadas por el organismo competente, de la misma manera que nadie
puede poner en duda la nómina de un trabajador por cuenta ajena en el ámbito de
su convenio laboral. Resulta evidente que en el total devengado se han
practicado las deducciones necesarias antes de que éste reciba la cantidad
líquida. Hasta aquí llego. Donde no puedo llegar de ninguna de las maneras al
supuesto de que un empresario entregue al trabajador cada tres meses, pongamos
por caso, una cantidad dentro de un sobre para agradecerle su excelente
dedicación a esa empresa, sin que tal cantidad aparezca reflejada en ningún
sitio, o que el empresario abone las horas extraordinarias de ese trabajador en
sobre aparte para evitar cotizaciones a la Seguridad Social.
No hay nada nuevo bajo el sol y sabemos que tales malas prácticas existen más
de lo deseable. El caso Gürtel tiene neoplasias. Las notas de Bárcenas,
extesorero del PP, también. En el primero de los casos, curiosamente, el peor
parado resultó ser el juez Garzón, encargado de las investigaciones. Y en el
segundo, en el supuesto de ser cierto lo que tiene anotado Bárcenas en su
libreta, todo está por ver. Todavía no sabemos hasta dónde alcanza sus
metástasis ni cuáles pueden ser las repercusiones políticas del escándalo. ¿Acaso
se desea acabar con Mariano Rajoy desde las filas de su partido ante la extrema
gravedad por la que atraviesa España? ¿Quizá se busca para este país la
solución Monti? Son dos preguntas todavía sin respuesta. José María Aznar
presenta batalla a El País en los juzgados en un vano intento de matar al
mensajero. Ante esa tesitura, más propia de aquel Matonkikí de Elena Fortún que
de un demócrata con techo de cristal, de inmediato me viene a la mente Francisco
de Quevedo: “No he de callar por más que con el dedo, /ya tocando la boca o ya
la frente, /silencio avises o amenaces miedo”. Pues nada, vivir para ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario