sábado, 2 de febrero de 2013

Dimitir no es un nombre ruso




A los ciudadanos, pertenezcan o no a la clase política,  no se les puede acusar de haber cometido delito alguno si no se cuenta con las pruebas necesarias. Cosa distinta es que existan sospechas fundadas. En el caso de la presunta corrupción de miembros del Partido Popular existen unos apuntes contables de puño y letra en un libro auxiliar de contabilidad, si hacemos caso a los datos de El País. La misión de la prensa en un Estado de Derecho consiste en informar de forma veraz a sus lectores. Y yo siempre tuve, y sigo teniendo, a El País por un diario serio y respetuoso tanto con los lectores como con todo aquello que significa la palabra democracia. Hoy, pasada la una y media de la tarde, Mariano Rajoy ha negado haber recibido pago alguno en dinero negro y ha hecho promesa de enseñar sus declaraciones. Es un buen punto de partida; pero, a mi entender, sólo corroborará lo que ya se conoce por los datos por él aportados cada año en su Declaración del IRPF. Los ciudadanos con dos dedos de frente damos por hecho  que Rajoy no ha llegado a la política para hacer dinero ni para engañar a Hacienda. Sobraba que así lo afirmara en su discurso de 16 minutos. A mi entender, hubiera sido más acertada, por lo que tiene de esclarecedora, una rueda de prensa, pero a nadie se le escapa que el presidente del Gobierno prefiere el toreo de salón a la plaza de toros sin enfermería. De igual manera, nadie puede poner en duda las cuentas que presenta en un ejercicio económico determinada sociedad mercantil,  partido político o empresario individual antes de ser analizadas por el organismo competente, de la misma manera que nadie puede poner en duda la nómina de un trabajador por cuenta ajena en el ámbito de su convenio laboral. Resulta evidente que en el total devengado se han practicado las deducciones necesarias antes de que éste reciba la cantidad líquida. Hasta aquí llego. Donde no puedo llegar de ninguna de las maneras al supuesto de que un empresario entregue al trabajador cada tres meses, pongamos por caso, una cantidad dentro de un sobre para agradecerle su excelente dedicación a esa empresa, sin que tal cantidad aparezca reflejada en ningún sitio, o que el empresario abone las horas extraordinarias de ese trabajador en sobre aparte para evitar cotizaciones a la Seguridad Social. No hay nada nuevo bajo el sol y sabemos que tales malas prácticas existen más de lo deseable. El caso Gürtel tiene neoplasias. Las notas de Bárcenas, extesorero del PP, también. En el primero de los casos, curiosamente, el peor parado resultó ser el juez Garzón, encargado de las investigaciones. Y en el segundo, en el supuesto de ser cierto lo que tiene anotado Bárcenas en su libreta, todo está por ver. Todavía no sabemos hasta dónde alcanza sus metástasis ni cuáles pueden ser las repercusiones políticas del escándalo. ¿Acaso se desea acabar con Mariano Rajoy desde las filas de su partido ante la extrema gravedad por la que atraviesa España? ¿Quizá se busca para este país la solución Monti? Son dos preguntas todavía sin respuesta. José María Aznar presenta batalla a El País en los juzgados en un vano intento de matar al mensajero. Ante esa tesitura, más propia de aquel Matonkikí de Elena Fortún que de un demócrata con techo de cristal, de inmediato me viene a la mente Francisco de Quevedo: “No he de callar por más que con el dedo, /ya tocando la boca o ya la frente, /silencio avises o amenaces miedo”. Pues nada, vivir para ver.


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