No tengo nada en contra de los
organizadores de una plataforma social que se llama Marea Naranja. Los tiempos
son difíciles para muchas familias y ello se refleja en la campaña de protestas
que el Consejo General de Trabajo Social está llevando a cabo frente a los
recortes institucionales contemplados en la Ley de Dependencia. En señal de reproche se han
confeccionado unas camisetas de color naranja para que puedan lucir los
indignados por tales recortes. No cabe duda de que determinados colectivos
sociales hacen bien en movilizarse y levantar la voz cuando ven amputados sus
derechos. Lo que no termino de entender
es que tales movilizaciones ciudadanas deriven, como se pretende llevar a cabo
en Zaragoza el próximo domingo, en una carnavalada de pésimo gusto. Una cosa es
poner buena cara frente al mal tiempo y otra transformar en una charlotada lo
que lleva camino de convertirse en una tragedia. El hecho de que ya existan en
España casi dos millones de ciudadanos sin ingresos familiares es suficiente
razón para que se evite cualquier asomo de demagogia chusquera. Hoy en el
diario Heraldo de Aragón, bajo el título “¡A la sopa boba!”, Pedro Zapater
recuerda a los lectores que hace un siglo Beneficencia repartía un caldo
cocinado con restos de comida entre la gente más desfavorecida que acudía a La Caridad, en la calle Moret,
a recibirla. Se ilustra con una patética
foto de posguerra. Lo que se pretende el próximo domingo es que los ciudadanos
que así lo deseen puedan participar en una recreación de aquel reparto de
bodrio en el mismo lugar. Gustavo García, responsable municipal de la
Casa Amparo y del Albergue anima desde la página
de ese diario a la participación colectiva marcando pautas: “los participantes
llevarán vestuario de época e incluso circularán coches antiguos por la zona.
Durante el reparto se entregará ‘El Noticiero’, un ejemplar similar a
los que se editaban hace casi un siglo, con noticias sobre la situación de
empobrecimiento que atraviesa Aragón y el deterioro de las ayudas sociales”. Sobre
el “atrezzo” sugiere García que “no se acuda disfrazado de
pobre, sino con la estética de aquellos años”,
si se considera que aquellos zaragozanos “no eran
mendigos, sino gente digna sin recursos”. En consecuencia, “hombres y mujeres
harán cola por separado. Deberán traer un recipiente (lechera, cueceleches, cuenco o plato y
cuchara) y una caritativa dama o una monja le servirá (sic) un
plato de sopa y un mendrugo de pan duro. Se exige decencia en el vestir; pobres
pero decentes. Las mujeres nada de pantalones; nada de colores llamativos ni
prendas ajustadas; la falda un palmo al menos por debajo de la rodilla; y el
pelo recogido. Los hombres con chaqueta y con la camisa abotonada hasta el
último botón”. El funcionario Gustavo García, que tiene asegurada una paga cada
fin de mes a cargo de los ciudadanos, debería procurar que el alcalde
socialista Belloch incluyera una partida dentro de los Presupuestos Municipales
para mitigar el dolor de muchas familias, en vez de perder el tiempo en
payasadas populacheras. En fin, visto lo
visto, aquí ya sólo falta, como dejó escrito Cela, que bauticemos chinitos por
giro postal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario