En un trabajo de El
País (“Una niña”) Félix de Azúa comenta, como si se
tratase de todo un acontecimiento, que “acaba de publicarse una novela, la
última de Celia, que nunca antes pudo ver la luz, excepto una rareza bibliófila
de 1987”.
La edición de ahora lleva prólogo de Andrés
Trapiello. Pues bien, yo conservo uno de esos ejemplares, “una de esas
rarezas”, de “Celia en la revolución”
con prólogo de Marisol Dorao e
ilustraciones de Asun Balzola,
publicada por Aguilar y correspondiente
a la colección Celia y su mundo, es
decir, a la saga familiar de Celia,
Cuchifritín, Matonkikí, Mila, Valeriana… Como señalaban los editores (1987)
en una nota previa, “el manuscrito de “Celia
en la revolución”, encontrado casi casualmente, nunca llegó a ser revisado
a fondo por su autora [Elena Fortún],
que terminó en 1943 un borrador (así lo dice ella expresamente) en el que su
escritura a lápiz, llena de abreviaturas, ha necesitado de interpretaciones
muchas veces trabajosas y en algún caso imposibles de todo punto”. (…) “La
‘anomalía’ quizá más llamativa estriba en la cantidad de días que aparentemente
pasan desde la noticia de la rebelión en África (capítulo I) hasta la llegada
de Celia a Madrid unas semana más tarde (capítulo III). La suma de las jornadas
que transcurren en Segovia, más las que dedican las tres hermanas y Valeriana a
atravesar la Sierra,
resulta cuando menos difícil de cuadrar”. En el prólogo de Marisol Dorao se
explica que “a través de esta prematura mujer de quince años (que, gracias a
que aparenta más edad puede falsificar la cédula y poner que tiene veintidós
años para poder viajar sola) vamos y sentimos los pensamientos y los
sufrimientos de Elena Fortún durante la guerra civil española. Celia, que está
en Segovia con el abuelo, cuidando de sus hermanas, se tiene que ir a Madrid
con Valeriana. Y después a Valencia, y luego a Albacete, y más tarde a
Barcelona. Y de vuelta a Madrid, y a Valencia otra vez. Y de allí al exilio.
Igual que Elena Fortún”. Yo, de niño, tuve la suerte de poder tener entre mis
manos los cuadernos de “Gente menuda” encuadernados por años y que habían sido
antes de mi madre. Los conservamos como un tesoro. Esas historietas infantiles
aparecían los domingos en el suplemento infantil del diario ABC. Elena Fortún era el seudónimo de Encarnación Aragoneses de Urquijo, que
falleció en Madrid el 8 de mayo de 1952. Tomó ese seudónimo de una novela que
había publicado su marido, el militar Eusebio
Gorbea, que se suicidó años más tarde. También se suicidaría su hijo Luis al poco de la muerte de su madre.
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