Manuel Bohórquez
escribía hace unos días en El Correo de
Andalucía que “Sevilla no es una ciudad perfecta, pero tiene esa
imperfección que roza lo ideal. Quien intente cambiarla lo lleva claro, y
siempre ha habido quienes lo han intentado. Hay quienes consideran que está
llena de tópicos, los de su color especial, su luz única, el olor a azahar o a
albures adobados”. Y eso que he leído me recordó a un tipo que trabajó conmigo
en Sevilla, un tal Gómez, que cada
verano llegaba desde Valladolid. A la salida del trabajo, ambos solíamos
acercarnos hasta la calle de San Eloy para tomar unos finos en una bodeguita
que había entonces, no sé ahora, a la entrada de esa estrecha calle, casi
enfrente por frente del bar Iruña.
Pues bien, el pucelano Gómez se rebotaba a medida que se echaba al coleto el
segundo catavino a pequeños sorbos. No entendía cómo eran los sevillanos ni
cómo hablaban. Y siempre terminaba por ponerme como ejemplo su añorado
Valladolid, donde contaba que se vestía bien y se hablaba con un cierto aseo.
Al verano siguiente volvía Gómez a Sevilla y siempre la misma cantinela. Así,
tres veranos seguidos. Aquello era insufrible. Gómez suponía que los sevillanos
deberían hacer un esfuerzo por parecerse a los castellanos. No había manera de
que lo consiguiera y eso le enfurecía. No sé que habrá sido de Gómez. Hace
muchos años que le perdí la pista. Posiblemente Gómez, considerando que hoy sería
casi centenario, se iría al otro barrio dando por hecho de que Sevilla no era
una ciudad perfecta ni llevaba camino de serlo; sin saber, digo, que su
imperfección rozaba lo ideal. Escribía Antonio
Burgos en “Las palabras que perdimos”
(ABC de Sevilla, 30 de junio de 2014) que “aquí nos gastamos millonadas en
restaurar monumentos y dejamos perderse, por abandono, por comodidad, por mal
gusto, el valiosísimo patrimonio inmaterial de los ritos. O de las palabras. El
sevillano está perdiendo el tesoro de sus palabras más clásicas. Las dice y la
gente se sorprende. Pero les gusta volver a escucharlas”. Lamento que Gómez no
lo entendiera así. ¡Qué le vamos a hacer…¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario