Hoy, día que la Iglesia
Católica celebra la festividad de san José, y después de haber leído la columna de Carlos Herrera en ABC, que me ha dejado patidifuso con su lisonja a la emisora de
radio que le da como para comer todos los días en el Club Allard, de Madrid, y cenar en el Egaña Oriza, de Sevilla, es decir, la Cope,
voy a escribir sobre los piononos al gusto de cómo se hacen en Puerto Rico,
país que recientemente visitaron ”Su Magestad”
(sic) Felipe VI y su consorte con
motivo de un encuentro sobre la lengua española. Pero si bien la lengua es
importante, también los dientes, no lo es menos el paladar, que está en el
cielo de la boca, según los creyentes de mesa y mantel. Pío Nono, para el que no lo sepa, fue el ducentésimo quincuagésimo
quinto papa de la Iglesia Católica
y el noveno hijo del conde Girolamo
Mastai Ferretti y de su esposa Caterina
Solazzi. Pío Nono, por hacer algo de dudosa utilidad, excomulgó al rey Victor Manuel II de Saboya y se negó a
reconocer el reino de Italia. Pero no es de ese papa del que deseo escribir,
sino de una receta que aprendí leyendo a Xavier
Domingo (Cambio 16, núm.242,
p.47). Vean: “Pelen y corten en su longitud, y en cuatro trozos, plátanos
verdes. Fríanlos en aceite con una cucharada de azafrán. Pongan las tiras en
una hoja de papel. Frían luego en el mismo aceite carne de vaca picada, con
cebolla, pimiento (picantes y no) y ajo. Añadan un poco de harina para que
espese luego y después jamón picado, tomates picados y agua. Denle vueltas
hasta que se forme una masa consistente, sáquenlo del fuego y añadan aceitunas
picadas y alcaparras. Hagan luego con las tiras de plátano frito una especie de
aro o rollo, que fijarán atravesando el plátano con un palillo, y rellenen el
hueco central con el picado de carne y sus ingredientes. Procuren que quede
bien liso y apretado. Eso son los “piononos”. En una taza profunda habrán
batido huevos. Rebocen bien los “pinonos” en el huevo batido y pónganlos luego
a freír tres minutos, dándoles vueltas con cuidado para que se doren bien y no
se deshagan. Se sirve con arroz blanco y alubias pintas o negras”. Pero nunca
se debe uno fiar. Conviene que sepa Herrera que hubo un clérigo de elevado
rango que escribió y publicó en 1869 “La
gran economía de las familias o Arte e arreglar y componer lo sobrante de las
comidas, de un día para otro, dedicado a las clases menos acomodadas, y gentes
de poco dinero que gusten de comer bien, gastar poco y no desperdiciar nada” (Imprenta
de F.López Vizcaíno, Caños 4, Madrid), que consta de ochenta y siete páginas y
un índice y que firmó con el seudónimo de Un
Gastrónomo Jubilado. Ese largísimo título lleva debajo una divisa latina: “Experto crede. Roberto”.
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