Juzgar a Francisco
Franco por conducción temeraria y atentado contra la autoridad suena como
raro. ¡Pero si está enterrado en Cuelgamuros! Al menos, cuando voy a
Collado-Villalba sigo viendo en la
Sierra la cruz desde casa.
Ah, ¿que el “nietísimo” se llama igual…? Entonces, apaga y vámonos. No
es la primera vez que el actual marqués
de Villaverde la monta parda. Según leo hoy en El País, “los hechos ocurrieron el 30 de abril de 2012, entre las
siete y las siete y media de la mañana, cuando dos agentes hicieron señales al
vehículo conducido por Francisco Franco para que se detuviera, ya que circulaba
por la Nacional
234 (Sagunto-Burgos) con las luces apagadas. Franco no sólo no se detuvo, sino
que se dio a la fuga a gran velocidad sin respetar las señales de tráfico. […] Los agentes iniciaron una persecución por
caminos y pistas forestales, hasta que el coche pudo ser detenido en un camino
entre las localidades de Collados y Lagueruela. […] Entonces fue cuando se
produjo el incidente armado que el tribunal explica así: “El copiloto, Nicolae S.R. exhibió un arma larga de
fuego momento en que Francisco Franco hizo una maniobra de marcha atrás
colisionando con el vehículo de la Guardia Civil y arrastrándolo varios metros. Tras
ello se dio nuevamente a la fuga por caminos forestales. El coche fue hallado
más tarde abandonado y sin llaves por una patrulla de la Guardia Civil en la
localidad de Bea”. Ahora, el Juzgado de Calamocha ha dictado un auto de
apertura de juicio oral contra ambos individuos. Queda claro que esas
actitudes, de ser probadas, son propias de delincuentes. A mí me da la
sensación de que, presuntamente, Franco y Nicolae se estaban dedicando a la
caza furtiva. De no ser así, no se explica que llevaran un arma larga de fuego,
posiblemente montada. Francisco Franco, nieto del dictador, hizo durante muchos
años de España su cortijo, y de los Montes de El Pardo también. Y se debe de
creer que tiene impunidad para hacer lo que le venga en gana. No cabe duda de
que el “nietísimo” ha heredado los genes de su abuelo y el “porque yo lo valgo”
de su padre. Ya tuvo otro incidente en la zaragozana Estación de Delicias en
junio de 2009, al intentar tomar el AVE, ya a punto de ponerse en marcha. Para
ello, intentó saltarse el control de seguridad para no perder el tren. Según El Confidencial, “en el rápido trayecto
a contrarreloj, increpó y empujó a dos azafatas, que terminaron en el suelo, y
arremetió contra una guardia de seguridad, de origen sudamericano, a la que
además insultó con comentarios racistas”. Y hoy, que por fortuna no llevo al
cuello el dogal de la censura, puedo decir
que en aquellas cacerías del abuelo del ahora nieto empapelado “hubo escándalos inauditos en cuanto a su duración y a
los corrompidos componentes de esa masonería de intereses aconchabados en los
diferentes organismos de nuestra administración”, como recuerda F.Mateu
(fundador de la
Editorial Mateu, de Barcelona, en su libro “Franco ese…”.
(Epidauro ediciones, Barcelona, 1977, p. 150). A nadie se le escapa que los más
interesados en las cacerías del Dictador
fueron los dueños de los cotos, como quedó demostrado en “La caza”, la famosa película de Carlos Sauras, producida por Elías
Querejeta en 1964 y estrenada en los cines españoles el 9 de noviembre de
1966, cuando Franco ya había muerto. Los críticos de la época, supongo que
todos ellos “estómagos agradecidos”, la calificaron como una película “muy
mala”. Pero nadie debe preocuparse, que ya habrá tiempo para crear nuevos
caudillos, eso sí, por la gracia de Dios.
Vocaciones no faltan.
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