martes, 20 de junio de 2023

La curiosidad del gato

 


Se dice que la curiosidad mató al gato. Algo parecido a lo que ha acontecido con  la que se ha dado en llamar “la maldición del Titanic”. Poner un batiscafo propulsado (la prensa dice submarino) en marcha para que unos turistas puedan ver in situ los restos de aquel naufragio es, como se ha demostrado, harto dificultoso por la profundidad de un pecio que se encuentra sumergido a 3.800 metros en el Atlántico Norte y a unos 650 kilómetros de la costa de Canadá. Para que podamos hacernos una idea, a 3.000 metros de profundidad la oscuridad es absoluta y la presión es 300 veces mayor que en la superficie. Pero la  empresa OceanGate Expeditions no dudó en correr esa aventura. Hay expertos marinos que albergan la hipótesis de que el batiscafo, de nombre Titán, se haya podido quedar trabado en el interior de los restos del transatlántico por las corrientes marinas y sin posibilidad de salir de ese laberinto de chapas corroídas, o haya sufrido una caída de energía, o tenga serio problema en los sistemas de comunicación. La expedición de ricos curiosos había partido el pasado domingo desde Saint John, en Terranova, en el tercer viaje que esa compañía efectuaba con el mismo propósito. Los restos del Titánic no es cosa distinta a una tumba abierta que se tragó en la noche del 14 al 15 de abril de 1912 a 1.500 pasajeros y tripulantes de los 2.200 que iban a bordo tras la colisión con un iceberg. El precio de cada uno de los cinco pasajeros por viajar en el Titán era de 250,000 dólares. A bordo, un empresario británico, otro pakistaní, su hijo y dos exploradores. Señalan los expertos que tienen reserva de aire hasta el mediodía en España del próximo jueves y reconocen que el frío en su interior debe de ser intenso. El artefacto tiene siete metros de eslora, está construido con fibra de carbono y titanio y podría tener peligro de implosión, es decir, rotura hacia dentro de sus paredes con  estruendo al ser la presión interior menor que la exterior. No conviene adelantar acontecimientos. La esperanza es lo último que se pierde. Es el mito de Pandora: la caja estaba llena de virtudes, que se escapaban volando y la única que quedaba antes de cerrar la tapa era la esperanza, que solo le quedó a los hombres para poder soportar tantas desdichas sobrevenidas.

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