lunes, 19 de junio de 2023

Seudónimos

 
Hay ciertos jardines en los que yo no me metería, de la misma manera que existen libros que no leo por la sencilla razón de que su autor no me interesa. Escarmenté leyendo el tomo II de la “Obra completa” de Víctor Pradera (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1945) con prólogo de Francisco Franco. También, leyendo “Romanticismo y democracia”, de Eugenio Vegas Latapie (Cultura Española, 1938, Aldus de Artes Gráficas, Santander) con dedicatoria a su hermano José, muerto el 24 de julio de 1936 en el Alto del León, límite con Segovia en el puerto de Guadarrama. El puerto se llama así porque hay un gran pedestal de granito con un león que oprime entre sus zarpas dos globos, símbolos de España y de las Indias. Puede leerse: “Fernando VI, padre de la Patria, hizo el camino para ambas castillas (sic) por encima de los montes, el año de nuestra salvación 1749, IV de su reinado. Se colocó siendo ministro el marqués de la Ensenada para celebrar la apertura del Puerto de Guadarrama”. El prólogo de Franco a la “Obra completa” de Pradera pone de manifiesto su vocación de escritor frustrada. Como recuerda David Barreira (El Español, 8/9/2019) “muy pocos sabían que Franco vertía de forma ocasional sus opiniones más encendidas en las columnas de los periódicos. En concreto, 91 artículos salidos de la pluma del dictador fueron publicados en el diario falangista Arriba entre 1945 y 1955, más uno asilado en 1960. Ninguno de ellos fue a la imprenta con su nombre real; se ingenió tres seudónimos en función del tema que se abordase: Hispanicus (política internacional), Macaulay (asuntos nacionales) y Jakim Boor (masonería). Eso sí, los artículos tenían que aparecer en la portada del periódico”. Pero Franco utilizó un seudónimo más, Jaime de Andrade, en el guión de la película “Raza” (dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio y autor, también, del documental “Franco, ese hombre”, de 1963) que ordenó llevar a la pantalla en 1941. Sabido es que, pese a ser ese año el del estreno en las salas, en 1950 su autor reescribió parte del guion para eliminar algunas referencias incómodas para el Régimen, cambiando el título de “Raza”  por el de una nueva versión “Espíritu de una raza”. Se autocensuró, ¡qué risa! Las razones para utilizar seudónimos son varias: la búsqueda de originalidad, la simplificación de nombres extranjeros o de difícil pronunciación y el temor al escándalo. Hay ejemplos muy conocidos: Mark Twain, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Stephen King… En España tuvimos el curioso caso de María Lejárraga, maestra, novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista, militante socialista y diputada durante la Segunda República (obtuvo un escaño por Granada en 1933), exiliada..., cuyas exitosas obras las firmaba su marido, Gregorio Martínez Sierra.

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