domingo, 18 de junio de 2023

La vara

 

Las fotos que predominan estos días en las portadas de los periódicos son las de alcaldes y alcaldesas tomando posesión de sus cargos o posando con su vara de mando una vez investidos de autoridad, mientras la sujetan con ambas manos, como si se tratase de un bebé ante la pila bautismal. Es una pose que ya se ha generalizado. La palabra alcalde viene del árabe “al cadí” y se remonta a la Edad Media.  La vara se utilizaba para medir y resolver conflictos en  las lindes  o para medir superficies y construcciones, pues fue una unidad de medida cuya longitud variaba según las regiones hasta que se estableció el SMD. En la actualidad, la vara es un símbolo que también se utiliza en la Milicia, en la Judicatura y en manos del maestro para medir las espaldas de los chavales que no se sabían la lección, haciendo bueno el dicho: “la letra, con sangre entra”. Por asociación de ideas, me viene a la cabeza la estampa del socialista Tomás Rodríguez Bolaños, gran alcalde ya fallecido, que ostentó la Alcaldía de Valladolid entre 1979 y 1995. Existe un retrato suyo, pintado por Félix Cano y colgado en el Ayuntamiento, donde Rodríguez Bolaños aparece sentado y luciendo la vara de mando que en su día perteneció al brigadier Francisco Javier Naneti, partícipe en las guerras carlistas y destacado militar en el levantamiento de 1868 que destronó a  la reina Isabel II. Pues bien, hasta 1992 los alcaldes vallisoletanos usaban una vara de mando que ya estaba inventariada en los tiempos de la Segunda República. Fue a partir de 1990  cuando el antiguo bastón se cambió por otro, comprado por el Ayuntamiento de Valladolid a un coleccionista madrileño especializado en efectos militares. Costó en su día 350.000 pesetas. Y como el cerebro es volandero, aprovecho para recordar la zarzuela “La vara del alcalde”, de costumbres aragonesas, con libreto de Atanasio Melantuche y música del maestro Tomás Barrera, obra en un acto, cuatro cuadros y un intermedio. Sobre Melantuche, nacido en Utebo en 1869, señala Javier Barreiro en un post: “Si nadie me desmiente, el último que se refirió a él con alguna extensión después de su muerte fue el firmante en el Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos (2010). Sin embargo, Melantuche fue un periodista y autor teatral de mucho predicamento en las primeras décadas del siglo XX. Comenzó como crítico taurino y colaborador periodístico en varios rotativos zaragozanos a finales del siglo XIX. Ya en Madrid, colaboró desde 1892 en El País, el más popular de diarios republicanos, y, a partir de 1902, en La Mañana. Utilizó los seudónimos de El Barbo de Utebo para sus escritos satíricos y políticos, el de A. Algarroba para la crítica teatral y el de Juan Chanela para la crónica taurina”. Me asombra que ni Utebo (quinta población de Aragón en número de habitantes) ni Zaragoza se dignasen en ponerle su nombre a una calle.

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