lunes, 5 de junio de 2023

Ya lo dijo Marcial...

 


A propósito del libro de Pino Aprile, “Elogio del imbécil”, señala Francisco Muro Iscar (Diario de Burgos, 03/06/2020) lo siguiente: “Hay muchas clases de imbéciles. A algunos se les nota de lejos y otros son asintomáticos hasta que desarrollan la imbecilidad. Los hay temporales y permanentes. Pero infravaloramos el número de imbéciles en circulación, su poder dañino y el peligro que representan. La imbecilidad solo tiene una cosa buena y es que está repartida equitativamente. Da igual la raza, la edad, el sexo, las creencias o la clase social. El que es imbécil es imbécil”. Doy por hecho que estos días, con la Feria del Libro, se va a vender como rosquillas. Decía  Fernando Lázaro Carreter (al que elogia Muro en ese artículo) en ese sentido: “Uno puede errar, pero si te das cuenta de tu error no pasa nada. Lo grave es no darse cuenta. El que no se da cuenta... ¡ese es el imbécil!”. Proseguía Muro señalando que “hay muchas clases de imbéciles. A unos se les nota de lejos y otros son asintomáticos hasta que desarrollan la imbecilidad. Los hay  temporales y permanentes”. ¿Usted, amigo lector, cree lógico que la gente acaparase tanto papel higiénico durante la pandemia de covid-19? ¿Usted, amigo lector que hace la caridad de leerme, entiende como normal  que ciertos individuos luchen por tener muchos seguidores en Facebook o en Instagram? Viendo tertulias por televisión observo que  los tertulianos saben de todo, no existe tema que se les resista, prejuzgan y disparan sus dardos envenenados contra los no piensan como ellos. En la pagina 142 (Ed. Planeta), Aprile señala: “El funcionamiento de las organizaciones burocráticas se rige por dos principios: a) ‘El Principio de Peter’: En una jerarquía, cada persona tiende a ascender hasta que llega a su nivel de incompetencia y se revela incapaz; y b) La ‘Ley de Parkinson’ : A partir de ese momento y en adelante, empieza a multiplicar sus obligaciones, para así ocultar su incompetencia”. Del mismo modo habrá que considerar que alguien puede ser un experto en su materia, pongamos Bioquímica, y muy torpe en otros aspectos de la vida. Si, ya sé que uno no puede ser experto en todo, pero se nota cómo anda de aceite el candil de alguien que confunde la remolacha con la guajira, o al jefe de estación de Gibaja cuando se pone el quepi para dar salida al convoy con un cazador imperial del Tirol, en el Imperio Austrohúngaro. Fernando Savater, en su libro “Ética para Amador”, dice que “el imbécil puede ser todo lo ágil que se quiera y dar brincos como una gacela olímpica, no se trata de eso. Si el imbécil cojea no es de los pies, sino del ánimo: es su espíritu debilucho y cojitranco, aunque su cuerpo pegue unas volteretas de órdago”. Y hace varias clasificaciones que cito resumidas: “a) el que vive en un permanente bostezo; b) el que lo quiere todo a la vez: marcharse, quedarse, bailar, estar sentado…; c) el que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo; d) el que sabe lo que quiere, pero lo quiere flojito; y, e) el que confunde la buena vida con aquello que le va a hacerle polvo”. Conviene tomar nota. Ya lo dijo el poeta bilbilitano Marco Valerio Marcial: “Es tonto todo el que lo parece y la mitad de los que no lo parecen”.

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