viernes, 30 de junio de 2023

Bolardos bilbilitanos

 

Como los bilbilitanos no están acostumbrados a los bolardos (del inglés bollard) chocan con ellos y medio se estozolan, sobre todo por la noche, cuando salen de la taberna camino de casa y la negrura les confunde. Tanto es así que el grupo socialista municipal está recibiendo numerosas quejas vecinales, de peatones y de conductores. Lo que no entiendo es por qué esas quejas no se trasladan al alcalde,que es del PP y el responsable del Ayuntamiento. Cuentan los que se quejan de los bolardos “recién plantados” en la plaza de san Andrés que, al ser de baja altura y estar mal señalizados impiden el paso normal de circulación por la acera y que, además de ello, están provocando accidentes de circulación. Queda claro que el alcalde, que es médico aunque no traumatólogo ni algebrista, debería colocar unos cartelillos en las aceras señalando al peatón “Ojo, bolardos”, de la misma manera que en los pasos a nivel ferroviarios sin barrera se puso en los caminos hace ya más de un siglo “Ojo al tren” en unos raíles de vía colocados verticalmente, pintados de negro y blanco y con unas grandes aspas en la parte superior que avisaba de los peligros. Lo que ya no entiendo es que esos bolardos bilbilitanos provoquen accidentes de circulación, a no ser que en las atardecidas los conductores se suban a las aceras de esa plaza al grito de “por la puente, que está seco” como si pasaran bajo los arcos  del acueducto de Segovia. Porque, de acuerdo con la información de que dispongo, el peligro no lo tienen los bolardos recién instalados sino los conductores despistados y los peatones lerdos. En rigor, lo que sí debería colocarse en las aceras de esa plaza es una inscripción en bronce de este tenor: “Estos bolardos fueron colocados sin malas intenciones y a expensas de la ciudad de Calatayud por su alcalde José Manuel Aranda Lassa, maestro de obras, reinando Felipe VI. Año del Señor de 2023. Laus Deo”. Hay acontecimientos que deberían recordarse, como la llegada del primer tren de viajeros en 1863, la colocación de las primeras farolas eléctricas en la plaza del Fuerte, la acometida de agua de boca a los grifos de las casas, la medalla vitalicia concedida por acuerdo plenario  a Franco en 1951, la inauguración del Mesón de la Dolores con la llegada del baúl de la Piquer repleto de nostalgias y caracolas marinas, y los primeros bolardos instalados en la cuarta ciudad de Aragón sin intención de quebrar espinillas, que siempre son efectos colaterales. Como el alcalde Aranda siga poniendo bolardos en la Rúa, en las Trancas, en la Puerta de Terrer y en el resto de las calles, Calatayud puede convertirse en una ciudad de cojitrancos y cuerniburros trastabillados. A una mala es preferible ser de Moros, en el valle del río Manubles, porque allí no existen cojos. El que se cae, se mata.

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