domingo, 19 de mayo de 2024

Aferrarse a los mitos

 


Bajo el epígrafe “La ‘industria’ mariana”, Diario de Cádiz señala que “las 83 romerías que tiene censadas la Junta entre primavera y verano generan un movimiento económico incalculable para los pueblos y su éxito no para de crecer a pesar de que la sociedad española es cada vez más laica”. Eso es fácil de comprobar con la romería del "Rocío", donde se concentran en Almonte (Huelva) miles de rocieros, o con la romería de “El Cristo de las Batallas” en Toro (Zamora), ambos eventos coincidentes con el lunes de Pentecostés. La Conferencia Episcopal  tiene estadísticas claras del pulso de la tensión religiosa en la sociedad española y es consciente de que en dos décadas han caído en 20 puntos los españoles que se definen como católicos, y que solo cumplen con los ritos en las fiestas de guardar un 17% de esos católicos declarados. Es decir, que en España pisan los templos 3 millones de fieles, con una media de edad rayana en  los 60 años. Las peregrinaciones a ermitas, sin embargo, no decaen por lo que tienen de folclórico. Según Pedro Ingelmo,  autor del artículo al que hago referencia, la gente sigue aferrándose a los mitos, pese a que ciertos “milagros” que se atribuyen a vírgenes o santos en tiempo inmemorial nunca sucedieron. Los españoles nos movemos entre el tótem, el tabú y los programas-basura televisivos. Ensalzamos a los macarras de bolera y hacemos de ellos modelos a reproducir, como lo coches en serie. Ya no se necesita el soporte ambiental de una cova da Iría, un almendro y unos pastorcillos iletrados para que se obre el milagro. Lo que encandila a la fiel infantería del gatuperio es salir de noche por antros apestosos y poder estrechar la mano a un lechuguino engominado, con mocasines y una chaquetilla que no le cabe en el cuerpo, que porta un gin-tónic como si fuese la muleta de la tullida santa Genoveva y que encima cobra por hacer bolos. Señala Ingelmo: “Encontraremos en su origen a un pastor o a un cazador que tras observar un destello de luz halla la figura de una virgen en un árbol o una cueva en algún momento de los siglos XII o XIII. Se cuenta, entonces, que había sido escondida no se sabe muy bien por quién para no caer en manos de los musulmanes, lo que quiere decir que la talla de la virgen estuvo oculta varios siglos. También de un modo u otro es la virgen hallada la que decide cuál será su residencia y entonces allí se levanta una ermita para que sea alabada. Empiezan a aparecer vírgenes por todas partes. Y así nacen los mitos y las posteriores romerías en descampados, donde los lugareños acuden para que les libren de sequías, pestes o plagas”. Yo estuve en Fátima por pillarme de paso en un viaje de Lisboa a Oporto y puedo contarles que a partir de las supuestas apariciones marianas en esa zona se han creado infinidad de hoteles, restaurantes y tiendas de recuerdos. Algo parecido se pretendió con las supuestas apariciones en San Sebastián de Garabandal (Cantabria) entre 1961 y 1965 a unas niñas videntes, sin llegar a conseguirse el éxito pretendido. Y en Garabandal, como en Fátima o en Lourdes, también la supuesta aparición dio a conocer a las niñas videntes mensajes apocalípticos sobre el ‘fin de los tiempos', la necesidad de ser buenos creyentes y rezar el rosario en familia, algo que también recomendaba el padre Laburu. Nietzche, en “El Anticristo”, dejó escrito que “los pecados” son necesarios para que el sacerdote pueda redimir a los pecadores, con lo que se demuestra que los funcionarios del Cielo constituyen la palanca del poder también de tejas para abajo. Por tanto, Dios perdona al que se somete al sacerdote en el confesionario; y las indulgencias concedidas por obispos y cardenales reducen los años de condena en el purgatorio (donde existen siete gradas, como en los circos) por el hecho de tener esos purpurados capacidad bastante para disminuir la tortura permanente revisable de los que, a su criterio, ya han alcanzado la purificación total en ese pudridero de ánimas en salazón.

 

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