lunes, 20 de mayo de 2024

Descerebrados

 
 
 
 
 

N
o sabía que el dinero público municipal  caía del cielo azul al Ayuntamiento de Zaragoza como el maná. La idea de hacer una nueva Romareda para un equipo de segunda, que encima no levanta cabeza, fue una idea que se le ocurrió a Azcón y que llevaba en su programa político con miras a alcanzar la Alcaldía, como así fue con la ayuda de Vox. Pero Azcón cedió más tarde el bastón de la Alcaldía a su sucesora, Chueca, para que ella pudiese administrar la quinta capital de España, también con la ayuda de ese partido de extrema derecha. Y el proyecto de la nueva Romareda siguió adelante. Esa misma folclórica alcaldesa nos pide ahora a los zaragozanos que engalanemos balcones y fachadas con banderas de España en apoyo de la princesa Leonor, a la que se le piensa hacer entrega el próximo martes del título de Hija Adoptiva de la Ciudad. Oiga, Chueca. ¿Y por qué no me hacen hijo adoptivo a mí, que llevo contribuyendo con mi exiguo salario a los derroches municipales desde hace más de 50 años? ¿Qué méritos ha contraído la princesa? Ah, ya, que ha estado unos meses en la Academia General Militar, como su padre y su abuelo. ¿Y qué más? Lo digo por si me he perdido algo que no sepa. Pues bien, yo no pienso engalanar mi balcón por dos razones: la primera de ellas es que no encuentro méritos suficientes para la concesión de tal galardón; y la segunda, porque me considero republicano. ¿Algo que objetar? Pero espera, que no he terminado. Ahora llega una concejala del PSOE, Ranera, que aspiró a la Alcaldía sin conseguirlo, y propone levantar otra nueva Torre Nueva en un sitio todavía sin determinar. En ese sentido, la prensa aragonesa cuenta que la Fundación Ingenio Azul (que dirige Emilio Parra Gerona), anuncia un ‘crowfunding'  (que dicho en plata consiste en solicitar a muchas personas pequeñas aportaciones)  hasta reunir los fondos necesarios. Lo que ya no sé es si la erigirán recta o torcida para darle más emoción. La famosa Torre Nueva de la aplaza de san Felipe era de estilo mudéjar y su idea se forjó el 22 de agosto de de 1504 a fin de poner un reloj. La idea le gustó a Fernando II de Aragón y encargó la torre octogonal, cuya obra duró 15 meses, al arquitecto Gabriel Gonvao. Aquel capricho costó 4.688 libras jaquesas y 10 sueldos. Se contó con los recursos de las sisas. La sisa era un Impuesto municipal sobre la venta, elaboración e intercambio de comestibles al por menor, en especial sobre el vino, la carne, sal y el pan. Ese impuesto era una regalía real  con motivo de una necesidad del municipio que tuviese necesidad de recabar fondos para un fin concreto.  Durante los Sitios esa torre sirvió de atalaya para el control de las tropas francesas que mandaba el general Jean-Antoine Verdier. Dada su inclinación, como lo demuestran las albúminas sobre papel de J.Laurent de 1871, y ante el temor de derrumbe, el 12 de febrero de 1892 el Ayuntamiento acordó su derribo. Hoy la reconstrucción de la nueva Torre Nueva se estima que costaría alrededor de los 8 millones de euros. A mi entender, mejor sería utilizar ese dineral como aportación a la segunda línea de tranvía. Pero no, mejor vivir de romanticismos trasnochados, de concursos de jotas baturras y de ayuda municipal al toreo como exigencia de VOX. Lo de nueva Torre Nueva me recuerda los carteles de toros donde pone la redundancia de “6 toros 6”. Ahora me queda la duda, como digo, de saber si la nueva Torre Nueva, en el caso de construirse, si se alzará recta o torcida. Habrá que preguntárselo a “la del Soto del Parral”, o sea, a la costumbrista concejala socialista Ranera, que casualmente vive en mi barrio.

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