jueves, 30 de mayo de 2024

Rigor mortis

 


El gorrión se queda frío y tieso a los dos minutos de morir. El ser humano tarda más tiempo en quedarse estirado y mudo, en ese estado algente en el que se olvida todo y en el que ya no sirve de nada expresar aquello de “dado lo vitalicio de mi magistratura” que dijera el golpista Franco, y en el que ya no se atiende a razones ni a súplicas. De nada vale tampoco el miedo, ni los modelos de conducta, ni las teorías sobre la existencia de Dios o sobre la existencia del diablo, haz y envés de la misma moneda. El interés que pudiésemos tener sobre la creencia de una cosa no constituye prueba de su existencia. Una hipótesis tiene sólo dos posibilidades, que sea verdadera o que resulte ser falsa. Un modelo, en cambio, tiene una tercera posibilidad: que sea cierta pero irrelevante. El miedo no es más que un deseo al revés. A fin de cuentas Natura no dispone de la cárcel ni del exilio, no conoce más que la condena de muerte del gorrión y la nuestra. Nadie escapa a la cita con la Dama de paso silente y abanto, ni reyes, ni papas, ni los judíos que mataron al Redentor. ¡Cuántas herencias se fueron por ese colector en el que sólo circulan los valores inmobiliarios y los billetes de banco hasta el cenagal insaciable de la Iglesia católica por azoramiento ante la supuesta condenación eterna!  Y qué bien supo “comprar” la curia vaticana esa desorientación colectiva. Fue como el desquite a las Desamortizaciones. Las simplezas casi siempre “imprimen carácter” en los creyentes, como siempre aseveraron los doctores de la Iglesia que (al menos según constaba en los rancios catecismos de la doctrina cristiana, tanto el “Ripalda” como el “Astete”) saben responder, como sobreviene tras recibir los sacramentos del Bautismo y del Orden. Pero no debemos olvidar que, por ejemplo, en 1437 el obispo Alonso de Madrigal, más conocido por El Tostado, ordenase a los abulenses, fuesen cristianos, moros o judíos si contribuían con madera, cal y ladrillos a las obras de la iglesia de San Nicolás. Muy poco serio. Como nos recordaba Américo Castro, “de no haber existido conversos ni Inquisición, no existirían ‘La Celestina’, la poesía de Luis de León, la de Góngora, las obras de Cervantes y muchas otras extraordinarias realizaciones”. En el caso de los inicuos la cuestión era más peliaguda. A diferencia de los conversos, no obtenían  redención posible aunque sí poseyesen derecho al pataleo con retumbante estrépito.

 

No hay comentarios: