jueves, 29 de agosto de 2024

El peor de los silencios

 

 

Llevo un  par de días sin que se me caliente la tecla del ordenador y prefiero leer lo que comenta la prensa local sobre las fiestas de los pueblos dispersos:  tomatinas, procesiones de santos patronos, novilladas en plazas de tercera, encierros,  paellas que los ayuntamientos sirven en los pabellones a los ancianos, pitos, flautas y demás lindezas.  Como decía en 1939 la canción de Francisco Canaro: “No hay tierra como la mía / y esta milonga les canto…”. La gente vuelve a los pueblos en un intento desesperado de volverá sus raíces infantiles, o al útero materno, que ya no sé. Y vuelven, aunque sea una vez al año por caminos impracticables a muchos lugares ya despoblados, como es el caso de Otal, en Huesca, coincidiendo con la fiesta de san Ramón Nonato, hoy pedanía de Broto. En 1845 Otal, que dista 38 kilómetros de Ainsa y está situado a 1.465 metros de altitud, pasó a formar parte de Basarán; a principios del siglo XX Barasán se integró con Bergua en un solo municipio, y en los años 60 pasó a ser parte de Broto. En Otal todavía queda en pie la iglesia mozárabe de san Miguel, del siglo XI (declarada de Interés Cultural por la DGA), donde ya no se rezan misas en su interior el día del patrón por temor a que pueda derrumbarse la cúpula o parte de su techumbre. Por otro lado,  al Ayuntamiento de Broto no le trae cuenta hacer una pista de cuatro kilómetros, necesaria  para llegar a Otal sin caminar por pedregales y maleza. No le ha interesado nunca a ese municipio  acometer tal arreglo por evitar un asentamiento de población que le acarrearía gastos en servicios (agua, luz eléctrica, etcétera), pero sí le importan los pastos y el leño de su término, en el Sobrepuerto, que al Ayuntamiento le producen riqueza. A los aragoneses hay que conocerlos a fondo para poder entenderlos. Como muestra, siempre recuerdo una conversación a voces entre dos pastores distanciados a la hora de comer. Uno le gritó al otro: “¿Comemos ya?”, y el otro le contestó: “No te oigo”. Volvió a insistir : “Digo que si abrimos la alforja”. El otro le constó a su pregunta con otra pregunta: “¿Cuál, la tuya o de la mía?”. La respuesta del compañero  fue contundente: “Mejor comemos de la tuya, que no te oigo”. Como señalaba  Mariano Carreras Cabrero, director de la revista ‘El Gurrión’, “solo en la provincia de Huesca hay centenares de despoblados en ruinas. Hay algo, generalmente común  a todos ellos, y es el espeso silencio que uno percibe al recorrer el espacio que ocupan los restos caídos de lo que un día fue una estructura para la vida autosuficiente. Y de aquella autosuficiencia bien pensada y trabajada se pasó, por avatares del progreso al abandono masivo y, finalmente, a la ruina”. En Otal, el próximo día 31 habrá fiesta: misa, comida compartida, bailes al son de las dulzainas, camaradería, recuerdos… Y en la atardecida volverá el silencio mudo, el más atroz de los silencios.

 

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