lunes, 5 de agosto de 2024

Regojo: ¡Vaya tela!

 

 

Leo un pequeño artículo en El faro de Vigo de Pedro Regojo Otero. Bajo el epígrafe  “Pobre Francia”, ese empresario textil  (que fue pregonero en la Semana Santa de la Casa de Zamora en Vigo en 2020, también en Alcira, que había sido pregonero en las fiestas de Nava del Rey y había glosado las excelencias de la Navidad en Cuéllar), en referencia a los Juegos Olímpicos de París señala que, “se vio turbada por un acto sacrílego ridiculizando la religión cristiana y católica en una escena de la sagrada última cena. Aparte de este terrible error gran parte del espectáculo ofrecido por el presidente Macron hizo alarde de escenas de parejas lesbianas o gays. ¡Pobre Francia! ¡Pobre París!”. Y no contento con esos lamentos por los desviados derroteros  que está tomando el país vecino, aprovecha para contar a sus lectores que “Enmanuel Macron en su juventud en la universidad se enamora de su profesora mayor que él en más de diez años que abandonó a su marido y a sus dos hijos y se casó con él”. Y para redondear su escrito, nos recuerda que “Francia antes de la Revolución Francesa era considerada la hija predilecta de la iglesia católica y la gran defensora de la fe y las buenas costumbres”.  Yo le contestaría a Regojo que ojalá España se pareciese a Francia. Cuenta Arturo Pérez Reverte en su argamasa narrativa plasmada en “Un día de cólera” (Alfaguara) que “con la algarada en Madrid del 2 de mayo de 1808 se perdió una posibilidad. Había cabezas lúcidas que querían salir del atraso, de la incultura, del fanatismo cerril de unos curas y reyes incapaces y corruptos. Ese día y esa guerra hicieron que eso estuviese en el bando del enemigo, cerrando una puerta al progreso y a la libertad”. Pedro Regojo, a mi entender, mezcla churras con merinas.  No acierto a comprender qué tiene que ver ese, para él, supuesto “sacrilegio de la Última Cena” en la inauguración de las Olimpiadas de París con la vida privada del jefe del Estado. Por cierto, Brigitte Trogneux  no tuvo dos hijos con su anterior marido sino tres hijas: Sébastien, Laurence y Tiphaine.  ¿Pobre Francia, dice usted? Creo que Regojo se mira en los dos espejos, uno cóncavo y el otro convexo, del madrileño callejón del Gato.  Menos mal que los Pirineos nos separan de Francia por el sur, y que a España la salvaron Fernando VII, Angulema  y los Cien Mil hijos de San Luis, que nos llevaron a la más absoluta miseria.

 

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