martes, 27 de agosto de 2024

Los cayucos, espejo de nuestra mala conciencia

 

Tiene razón, a mi entender, Luis María Anson cuando afirma que “entre las mayores vergüenzas de la Europa cristiana  se encuentra el pasaje atroz de la esclavitud. Franceses, ingleses, portugueses, belgas, holandeses y españoles nutrieron sus colonias en América de esclavos cazados en África. Hacinados en las ergástulas de los barcos, los esclavos negros cruzaban el Atlántico para trabajar en tierras extrañas. No pasaban de ser otra cosa que lastre en los barcos negreros y se los arrojaba al mar si las borrascas o los huracanes así lo aconsejaban. Se suele argumentar que los españoles se ensañaron un poco menos que los otros europeos. No es cierto. Se olvida con demasiada frecuencia que entre 1580 y 1660 Portugal formó parte de España y que los reyes Felipe II, Felipe III y Felipe IV fueron también reyes de Portugal”. Pero no hace falta que nos marchemos tan lejos. Siempre se tuvo al marqués de Comillas como un prócer patrio. Antonio López y López fue un esclavista y se enriqueció con su trata de negros africanos a mitad del siglo XIX en Cuba, transportados en la goleta “Deseada”, que en 1850 desembarcó en Cuba a 280 esclavos, a los que hacía pasar por criollos, en la ensenada de Juragua, cerca de Santiago. Su enriquecimiento, digo, le permitió instalarse en Barcelona y convertirse en un gran empresario. No hay que olvidar que España tiene una gran deuda con África y que la llegada ahora de cayucos repletos de subsaharianos debemos aceptarlo, en absoluta reciprocidad, como un mínimo pago de la tremenda deuda contraída. En el pecado llevamos la penitencia. El caso de los marroquíes es distinto. Con ellos no tenemos que saldar nada. Antonio López murió el 16 de enero de 1883 en el Palacio de Moja, en las Ramblas. Un día antes León XIII firmó una bula donde se le perdonaban todos los pecados que hubiera podido cometer durante su vida. El año de su muerte fue trágico en Santander por la catástrofe del barco “Cabo Machichaco” sucedida el 3 de noviembre.  Por cierto, la estatua de aquel recordatorio luctuoso tuvo que ser reconstruida en 1937 después de haber sido deteriorada por hordas descontroladas por el hecho de tener forma de cruz. Y la estatua de Antonio López y López fue retirada de su pedestal en Barcelona el 4 de marzo de 2018, siendo alcaldesa Ada Colau. Miguel Ángel Revilla, por entonces presidente de Cantabria, pidió que fuese donada a Comillas pero la alcaldesa de Barcelona se negó.

 

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