El 20 de diciembre de 2022 dejé constancia en mi blog “In púribus” de que ya casi no quedan
viejas tabernas. “Las tabernas – así lo contaba en aquella
ocasión- están desapareciendo como las hojas de los árboles en invierno.
También aquel olor característico a odres, barriles, porrones, vermú casero,
sardinas de tabal y vinagrillos, entre hombres vocingleros con boina, pelliza y
humo de "farias" o de "ideales", aquel "caldo" al que había que
cambiarle el papel agujereado por las trancas del tabaco y que duraba entre
apagado y encendido medio partido de fútbol televisado”. Detrás de la barra,
casi siempre muy alta, de zinc y con altillo tubular para posar un pie, había un tabernero con
mandil azulón despachando vino infame y dando palique. Al fondo del local
solía estar junto a una pared el ‘juego de la rana’, o un billar, o un futbolín, o un póster con el histórico gol de Zarra
(que no se llamaba Zarra sino Telmo
Zarraonandía) en un partido España-Inglaterra en el Mundial de Brasil, un 2 de julio de 1950. Eran los tiempos
gloriosos de Ramallets, Puchades, Basora, Gaínza, Gonzalvo III, Panizo… Hasta Franco
envió un telegrama al equipo español que decía textualmente: “Al terminar la retransmisión con que seguí
el emocionante encuentro y brillantísimo triunfo, os envío mi entusiasta
felicitación por vuestra técnica y coraje en defensa de nuestros colores.
¡Arriba España!”. El éxito hubiese quedado perfecto si Franco le
hubiese otorgado a Zarra el ‘Condado de
Manacaná’. No hay que olvidar que con la promulgación el
27 de julio de 1947 de la Ley de Sucesión
en la Jefatura del Estado, este país vino a constituirse en ‘reino sin rey’
y, en consecuencia, el jefe del Estado se arrogó el derecho de reconocer, renovar, rehabilitar y conceder títulos nobiliarios; quizás, más que
por su deseo de agradecer las ayudas prestadas durante la guerra, por incomodar
y humillar al pretendiente al Trono, Juan de Borbón, a quien Franco le
tenía un odio africano desde el Manifiesto
de Lausana de 1945. Debo aclarar que la expresión “odio africano” carece de connotaciones racistas, ya que parte de
cuando Roma ganó las Guerras Púnicas con
la puntilla final de la batalla de Zama
(en
octubre del año 202 a. C.) invadiendo el norte de África tras
catorce años de guerra, destruyendo Cartago tras una arriesgada maniobra ideada
por el general, más tarde cónsul, Publio
Cornelio Escipión, contra los cartagineses y apresando a sus ciudadanos, a
quienes posteriormente vendieron como esclavos. Además de ello, los
cartagineses quedaban obligados a pagar el tremendo coste bélico en los siguientes
cincuenta años. Hay odios que no constituyen delito alguno ante la injusticia manifiesta. Amar y odiar forman parte de nuestra naturaleza. Lo de 'poner la otra mejilla' lo dejo para los meapilas y funcionarios del Cielo de diverso rango, con nula empatía y escaso entendimiento, los que predican pero no dan al prójimo ni un celemín de trigo, que son legión. Yo, al menos, así lo entiendo.
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