sábado, 27 de agosto de 2016

Candela y el "milagro Armisén"




                                                
Cada vez que mi nieta Candela aparece por casa, cuando se aburre de jugar con sus cacharritos de cocina pretende que le haga juegos de manos. Pero yo soy tan negado con los trucos de magia que hasta su otra hermana, Olivia, que todavía no ha cumplido los dos años de edad, es capaz de descubrir los engaños. Hasta que un día, hace poco, hice un truco que dejó a Candela descolocada por completo. Me consta que los niños de hoy, tan aficionados a las colas y a las oranginas, desconocen algo que fue muy común en mi infancia: la gaseosa de sobre. Escudriñando en un aparador de la cocina descubrí que todavía guardaba una cajita de las conocidas gaseosas “Armisén”. Le dije a mi nieta que prestase mucha atención. En un vaso con agua añadí  media cucharadita de azúcar y después saqué los milagrosos sobres, uno blanco y otro amarillo. Los eché sobre el agua, le di vueltas con la cucharilla y enseguida aquello comenzó a subir de volumen y a lanzar burbujas sonoras. Le dio un sorbo y quedó maravillada. Aquel día comprendí que había conseguido el truco de mi vida y que la admiración de mi nieta hacia mí sería eterna. Los niños de hoy desconocen la gaseosa de sobre, el juego de las chapas, los juguetes de hojalata a los que se les rompía la cuerda, etcétera. Nunca se han subido a un árbol ni han utilizado el tirachinas ni han leído Trampolín… En Aragón existió en la primera mitad del siglo XX una gran afición al consumo de gaseosas de sobre. De hecho,  la Farmacia y Laboratorios de Antonio Armisén comenzó su andadura en 1850 en Zaragoza. Estaba situado en la Plaza del Pueblo nº 5 (que a partir del 18 de julio de 1936 pasó a denominarse Plaza del Carmen). Su gaseosa fue declarada de utilidad pública el 5 de marzo de 1883 y premiada en varias Exposiciones Internacionales, como la de Alejandría en 1901 o la Hispano-Francesa de Zaragoza en 1908. También fabricaba el alimento infantil Nesfarina y la moka concentrada Armisén se anunciaban en la prensa nacional a comienzos del siglo XX. Pero de niño recuerdo haber bebido otra gaseosa en polvo: El Tigre, del valenciano Alejandro Martínez Máñez, que comenzó a fabricarlas en 1915 en su tienda de comestibles. También se fabricaron dos gaseosas en polvo en la provincia de Huesca: en Albalate de Cinca, por el doctor Andreu, y en Azanuy,  por el farmacéutico José María Gimeno,  a partir de 1915, que incluía un papelito en el interior de cada cajita con distintos refranes.

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