Luis Ventoso, en
el diario
ABC, en su artículo
“Moneda Falsa”, pone el dedo en la llaga
sobre la falsa amistad y señala que no concibe experiencias más aterradoras que
las reuniones de comunidad de vecinos o reencuentros de antiguos alumnos. Dice
que en España confundimos amigos con conocidos. La tergiversación del concepto
de amistad –señala Ventoso- se extrema en
Facebook,
donde se lleva al paroxismo esta vieja advertencia de
Aristóteles: “Un amigo de todos es un amigo de nadie”. ¿Dónde estarán
los amigos virtuales si te toca un cáncer en la ruleta rusa de la salud, o si
un latigazo económico te arroja al paro? Todos somos grandes amigos en los
efluvios de unas cañas”. (…) “Pero fuera de la burbuja de
Facebook, se cuentan con los dedos de una
mano”. Para mí existe algo peor: los que sin conocerte de nada se permiten el
tuteo; o te preguntan alguna impertinencia que tú no deseas compartir con un
desconocido; o te invitan a comer a su casa, cuando sabe que nunca vas de
visita a casa de nadie ni acudes cuando no sabes qué te va a poner de comer, o
el grado de limpieza de su cocina; etcétera. Confundir amigo con desconocido
puede traerte consecuencias inesperadas, desde luego nada positivas. Ventoso
pone el ejemplo de
Raúl: “Ah, ¿Raúl?
Sí hombre. ¡Qué majete! Es muy amigo mío”, te suelta un tío que conoce al tal
Raúl solo de dos comidas de trabajo y una reunión-coñazo frente a un
powerpoint simplón de un consultor
pedante con ínfulas de
Steve Jobs”.
Un
falso amigo es, también,
una palabra de otro idioma que se parece, en
la escritura o en la pronunciación, a una palabra de la lengua materna del
hablante, pero que tiene un significado diferente, por ejemplo la palabra
inglesa
library, equivalente a
biblioteca, no a librería. En fin, no es difícil descubrir a un amigo falso, lo
complicado es aceptarlo.
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