No sé, por muy pijas que sean algunas damas sevillanas,
ignoro como es el habla andaluz de Neguri. Tampoco, el de Algorta, el de
Sopelana, el de Lejona o el de Portugalete. Las Arenas y Neguri nacieron como
zona residencial de Guecho a finales del siglo XIX, en la margen derecha de la
Ría. Ya me gustaría saber a mí cómo cantan
los sevillanos aquello de “Puente
colgante, leré…” en andaluz de Neguri. Me consta que en Sevilla hay muchos
ciudadanos oriundos de Santander, que en el escudo de Cantabria está plasmada la Torre del Oro y que Fernando III preparó un gran ejército
para sus conquistas en Andalucía y contó entre otros, además de con 500 moros
del Reino de Granada, con castellanos, aragoneses, navarros, vascos y leoneses.
Y como Santander pertenecía a Castilla la Vieja, queda todo dicho. Pero lo de los vascos es
distinto. Diego López de Haro echó
un a mano en ese empeño. En 1670, bajo el reinado de Carlos II se creó la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, en la iglesia
de San Hermenegildo, que consta en la actualidad de 230 miembros. Unos miembros
que son muy pijos pero que, hasta donde yo alcanzo, no hablan el andaluz de
Neguri ni el vasco de Lebrija. Según Antonio Burgos, “el miarma es la variedad más sevillana del
pijo o más pija del sevillano. Es el que más sabe de gin-tonic en copa de balón”. Son los que a principios de los
setenta se pasaban las tardes- noches en Doña
Pepa y en Turín, en la Plaza de Cuba, y ahora, en
la senectud, se ponen traje y corbata para portar un cirio procesional, entrar
de gorrones en alguna caseta de la
Feria de Abril, o asistir a una corrida de
toros con entrada de sombra. Pero, que yo sepa, tampoco hablan andaluz de
Neguri sino algo parecido a la jerga de Legionaria,
la protagonista de Las mil noches de
Hortensia Romero en la obra de Fernando Quiñones.
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