Hoy, 9 de agosto, se cumplen 95 años de la tragedia del Monte Arruit. Más de tres mil soldados
españoles a las órdenes del general Navarro fueron pasados a cuchillo por
los soldados marroquíes de Abd el-Krim
después del desastre del Barranco del
Lobo. Sólo se salvaron de aquella
masacre los jefes y oficiales españoles, que fueron hechos prisioneros. Unos
meses más tarde se recogieron los esqueletos de aquellos soldados asesinados
que habían quedado a merced de los buitres y se les enterró bajo una gran cruz.
Tras la independencia del Protectorado de Marruecos en 1956, aquellos restos de
españoles fueron trasladados a una fosa común de Melilla. También en Alhucemas
existe un cementerio de soldados hoy destartalado, con tumbas rotas por la
desidia y sin una sola placa que les recuerde. Pocos meses antes había sucedido
el llamado Desastre de Annual donde
en las tropas al mando del general Fernández
Silvestre se pudieron contabilizar trece mil muertos, incluido ese militar.
La presión de la opinión pública llevó a la formación de una comisión militar
que investigara sobre los acontecimientos. Su resultado fue el Expediente
Picasso, informe redactado por el General de División Juan Picasso. Aquel expediente ponía en
evidencia enormes irregularidades, corrupción e ineficacia en el Ejército
español destinado en África. Pese a todo, no hubo responsabilidades penales ni
políticas. Tampoco hubo tiempo para posibles depuraciones. El 13 de septiembre
de 1923 Miguel Primo de Rivera daba
un golpe de Estado con el imperdonable asenso de Alfonso XIII. Aquel día el rey de España “firmaba su abdicación”,
aunque ésta no se haría efectiva hasta 1931 cuando, al no contar con Sanjurjo y la Guardia
Civil para dar un nuevo golpe y anular las elecciones
celebradas dos días antes, abandonó por Cartagena el territorio español. ¡Buen
viaje en su puente de plata! Todos creían, también Prim, que como parecía con la salida de España de Isabel II, se acababa la dinastía
Borbón. De eso, nada. Siete años más tarde teníamos en Madrid a Alfonso XII. Con su marcha de España,
Alfonso XIII, nieto de aquella Reina de
los Tristes Destinos dejaban de tener derechos dinásticos sus sucesores,
por más que algunos se empeñen en decir los derechos los ostentaba su hijo Juan de Borbón, a la muerte de su padre
en Roma. La Segunda Restauración
borbónica se produjo por obra y gracia del dictador Franco. Nombró sucesor a título de rey a Juan Carlos de Borbón como pudo haber nominado a cualquier otra
persona, y se me ocurren varias. Por cierto, Alfonso XIII, con su habitual borboneo, había animado con expresiones
groseras al general Fernández Silvestre a entrar en combate, poco antes a la
triste batalla que terminó con su vida. Hay algo que no quisiera aquí pasar por
alto: Abd el-Krim vendió años después los presos a España. El moro pedía tres
millones de pesetas de recompensa por los prisioneros. Y al entonces rey de
España sólo se le ocurrió la exclamación: “¡Qué
cara está la carne de gallina!”. Ahí se retrató de cuerpo entero el
bisabuelo de Felipe VI ¡Qué
vergüenza!
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