La aparente discusión
sobre si Arnaldo Otegi puede o no presentarse para lendakari por EH Bildu, o
sea, aspirar a poder disponer de residencia oficial en Ajuria Enea, es como la peregrina
disputa sobre el sexo de los ángeles. Si estuviese inhabilitado para empleo o
cargo público hasta el 28 de febrero de 2021, como sostiene la Fiscalía, no podría
presentarse como candidato a las próximas elecciones vascas. Ese acuerdo de la Audiencia Nacional
es firme, porque nunca fue recurrido. Otegi fue condenado por pertenencia a
banda terrorista. Y aquí no hay “presunción” que valga, puesto que estuvo entre
rejas seis años y medio por hechos probados. Y ahora, Otegi nos sale con versos
de Pablo Neruda, ¡qué sensible!, y
dice aquello de “podrán cortar todas las
flores, pero nunca detendrán la primavera”. Claro que no. Pero confundir
los equinoccios, ya sean de primavera o de otoño, con los tiros en la nuca, que
sí detienen la vida de quiénes los sufren y arruinan la existencia de los
familiares que los padecen por culpa de
unos malnacidos, es como confundir el culo con las témporas. Otegi podrá leer,
si así lo desea, “Las mil mejores poesías
de la Lengua Española”
o deleitarse en las lecturas de los poetas en euskera. Blas de Otero, del que ahora se cumple su centenario, también fue
vasco, de Bilbao, y nos dejó aquello de “Madeja
arrebatada de tus brazos blancos, / hoy me contemplo como un ciego, / oigo tus
pasos en la niebla, / vienen a enhebrarme la vida destrozada”. No sé si le
sonarán a Otegi. Puede que sí. Doy por hecho que en prisión tuvo mucho tiempo
para leer. Y, también, mucho tiempo para recapacitar. Pero los equinoccios son
una cosa y otra muy distinta es el “caso Bateragune”. ¡Ya está bien de
tonterías!
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