Es increible la cantidad de estupideces que se escriben en
las pizarrillas de las cafeterías para poner la palabra cruasán. Eso es como
cuando a un tipo le dictas y se inventa haches intercaladas, equis, dobles ces,
etcétera. Una vez, ante mi duda, le pregunté a mi profesor cómo se escribía la
palabra “discreción”. Éste, el profesor, que lo mismo servía para impartir
Geografía, Dibujo,
Formación del
Espíritu Nacional o hacer una grúa con un mecano, se rascó el colodrillo y me
contestó muy serio: “Mire usted (porque a los once años ya me trataban de
usted), si hacemos referencia la mesura o a
la cautela deberemos ponerlo con una “ce”, pero si nos referimos al
transporte por autobús será necesario ponerlo con doble “ce”. Y se quedó tan
ancho. Pues bien, a lo que iba, luego resulta que el cruasán que nos ofrece el
camarero en ese establecimiento no es ni parecido al auténtico ni tiene las
características para serlo; o sea, los cuernos de media luna y la carencia
absoluta de las suficientes capas de masa de hojaldre que ha de crujir al
trocearla con un cuchillo. Lo que nos proporcionan para el desayuno son masas
raras a las que se les han añadido una especie de “barniz” en la parte superior
para que no dé la impresión de que sea del día anterior.
El auténtico
croissant se creó en Viena en el siglo XVII
después de la derrota turca. El rey de
Polonia y Lituania
Juan III Sobiesky
encargó a los panaderos unos hojaldres en forma de media luna para conmemorar
la victoria al imperio Otomano que, al frente del visir
Kara Mustafá, avanzaba hacia Viena en su guerra contra el Imperio
Romano Germánico después de haber invadido Constantinopla, los Balcanes y parte
de Hungría. Pero a los vieneses les salvó la fuerte muralla que circundaba la
ciudad. Los otomanos, en vista de las dificultades que presentaban esos
muros,
pretendieron excavar túneles para
penetrar en la ciudad sin éxito alguno y, además, se vieron obligados a tener
que salir huyendo con sus banderas, que lucía en el centro una media luna.
Todavía hoy la bandera turca tiene en su centro una media luna con sus cuernos
mirando a la derecha, seguida de una estrella de cinco puntas, ambas de color
blanco, sobre fondo carmesí. Si bien el cruasán es de invención austriaca,
se debe a
María Antonieta la entrada de
ese singular producto en la corte de Versalles. Posteriormente sería aceptado
de buen grado en la cocina francesa. A ese tipo de productos, logrados por los
buenos cocineros que “cambiaban de amo” con frecuencia se le denominó en
Francia
“viennoiserie”. Los
entendidos en repostería cuentan que los ingredientes de todo cruasán que se
precie son simples: mantequilla, harina, agua fría, azúcar y un poco de sal. El
secreto de la masa consiste en respetar el tiempo de amasado, reposo y
enfriamiento. De hecho, los cruasanes que nos suelen ofrecer de ordinario las
cafeterías y bares son otra cosa distinta, por no respetar los tres principios
señalados y ser lanzados al mercado “de forma industrial”, incluso sustituyendo
la mantequilla por aceite de palma, rica en grasas saturadas, por desgracia
omnipresente en nuestra vida cotidiana.
Croissant
se llamó en principio
lune croissant.
Y
croissant significa “cuarto
creciente lunar”. En realidad es una traducción de la palabra alemana
hornchen, compuesta a partir de
horn (cuerno). En España se castellanizó
por la RAE y se
adoptó la palabra “cruasán”, que es tal y como se pronuncia en francés.
Semejante a lo que pasó con la palabra “fútbol”, para entendernos. Los
encargados de las cafeterías, por tanto, deberían de dejarse de hacer
florituras con el lenguaje y escribir en las pizarrillas su nombre
castellanizado. Así: “cruasán”, sin la “o” después de la “ere”, en su sonido
suave, como vara, liebre, flor, sin doble “ese” y sin “te” final. Los españoles
no inventamos el cruasán pero luchamos contra los turcos en Lepanto y en
aquella batalla quedó mutilado
Miguel de
Cervantes, que no sabía hacer cruasanes ni buñuelos ni volovanes ni
bartolillos ni churros ni mojicones ni lenguas de gato ni melindres, etcétera,
pero manejaba el lenguaje de forma superior. A ver si nos vamos enterando.
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